La crisis diplomática entre Trump y Petro ha escalado a un nuevo nivel tras la decisión del gobierno estadounidense de ordenar el regreso a Washington de su embajador encargado en Colombia, John T. McNamara. La medida se interpreta como una respuesta directa a las recientes declaraciones del presidente Gustavo Petro sobre el presidente Donald Trump.
McNamara, quien asumió funciones diplomáticas en Colombia mientras se espera el nombramiento de un embajador titular, deberá presentarse en la capital estadounidense para sostener “reuniones de alto nivel”, según informó el Departamento de Estado. Aunque no se ha ofrecido un comunicado oficial detallando los motivos, fuentes cercanas al gobierno de EE. UU. indican que la decisión se relaciona con la creciente incomodidad frente a las declaraciones públicas de Petro, que han sido percibidas como una injerencia en los asuntos internos norteamericanos.
Petro vs. Trump: de la retórica política a las consecuencias diplomáticas
Las tensiones entre ambos líderes no son nuevas, pero han cobrado un tono particularmente agudo en las últimas semanas. En varios espacios públicos, el mandatario colombiano ha expresado duras críticas contra Donald Trump, tildándolo incluso de “una amenaza global” y “un riesgo para la democracia”.
La decisión de retirar a John T. McNamara del país se produce en un contexto de creciente incertidumbre sobre el futuro de las relaciones Estados Unidos Colombia. A pesar de que la Casa Blanca aún no ha emitido un pronunciamiento oficial, varios senadores republicanos, entre ellos Marco Rubio, han señalado a Petro como “una figura desestabilizadora” en la región, lo que podría tener implicaciones en la cooperación bilateral en temas clave como la lucha contra el narcotráfico y el cambio climático.
¿Está en riesgo la cooperación bilateral entre ambos países?
Este episodio plantea interrogantes sobre la estabilidad de la política exterior entre ambos países, tradicionalmente aliados estratégicos en América Latina. Durante décadas, Colombia ha sido uno de los principales receptores de ayuda estadounidense en la región, particularmente en el marco del Plan Colombia y, más recientemente, en temas relacionados con la migración, seguridad y transición energética.
Sin embargo, el actual gobierno colombiano ha impulsado una agenda que, aunque aplaudida por sectores progresistas, ha despertado suspicacias en Washington. Desde propuestas de acercamiento a Venezuela hasta cuestionamientos al modelo de desarrollo impulsado por EE. UU., la gestión de Petro se percibe en algunos círculos como un giro hacia una diplomacia más autónoma, pero también más confrontacional.
La pregunta que ahora se impone es si esta crisis marcará un punto de quiebre o si se tratará de un episodio temporal dentro de una relación históricamente compleja. Lo que sí es claro es que el retorno de McNamara representa un gesto diplomático fuerte, y que cualquier intento de recomposición exigirá prudencia, diplomacia y, sobre todo, una redefinición de los canales de diálogo entre ambas naciones.