Cuando hay esperanza existe un sin fin de posibilidades, cuando hay sombra y oscuridad habrá un rayo de luz esperando, cuando hay lluvias y tormentas siempre tendrá un arcoíris al finalizar, cuando se presencia el miedo existe la resistencia y la disposición a superarlo. Cuando se enmarcan movilizaciones siempre habrá una respuesta, ya sea positiva o negativa. Al haber un conflicto se esperaría que siempre se antepusiera el consenso y el diálogo para afrontarlo. Se supone que la racionalidad que tenemos los sujetos es suficiente para tomar buenas decisiones y conducir acciones positivas a esta sociedad cansada que cada día aspira a desencantarse. Pero ¿Cómo estamos en realidad? 

Cuando tenemos un día con muchos trajines y preocupaciones, encontramos seres que nos llenan de motivación y permiten que no colapse nuestra salud mental. A veces la exigencia es tan grande con uno mismo, que el miedo al fracaso se vuelve constante. Es como tener al Morfeo presente en nuestra realidad, pero aislando las principales motivaciones. Esta sociedad inducida fuertemente por el capitalismo ha centrado el esfuerzo y el cuidado como una forma de capitalizar y generar riqueza, nos ha convertido en un ejército industrial de reserva que debe prepararse para afrontar los nuevos retos de la globalización y las crisis mundiales. A veces sin querer queriendo nos inducimos en prácticas y agencias desproporcionadas a la crítica. Sin embargo, nuestros marcos de actuación e interpretación deben solidificarse para afrontar estos flagelos. 

Es difícil levantarse día con día y ver la triste realidad que nos acompaña, no solo en nuestra ciudad, sino en el mundo. Hoy nuestras miradas geopolíticas están en el conflicto entre Israel y Palestina. Para algunos extremos, la necesidad está en la obtención de los recursos, el aprovechamiento de las oportunidades políticas y la riqueza que genera la nación. Para otros, nuestra lupa está en la sociedad civil, en los relevos generacionales, en nuestros hermanos que luchan y resisten ante las numerosas violaciones a los derechos humanos. Es increíble, hemos perdido la decencia, la solidaridad y la empatía con quienes están sufriendo en la actualidad. 

Estos hechos no son aislados, son crímenes de guerra a raíz de la egolatría patriarcal que siempre ha marcado su presencia en la legitimidad de su hegemonía. Quienes orinan arriba y nos hacen creer que está lloviendo. No puede ser que el mundo esté en pedazos y solo se piense en las ventajas que traerá el conflicto. Lo peor de todo, es que justifican su actuar, señalando que son daños colaterales para restablecer el orden de la nación.

Muchas acciones y debates se han dado los diferentes países, muchos extranjeros han intentado aperturar un corredor humanitario, sin embargo la respuesta ha sido clara, la imposición de la fuerza como una medida coercitiva. ¿De que nos sirve tener instituciones internacionales para salvaguardar la paz, cuando son conflictos de guerra? ¿De qué sirve un ejército de cascos azules​ o cascos celestes si permitirán que la violencia continue perpetrando las vidas de muchos?

Es cierto, es triste. Por eso nuestras voces deben replicarlo fuertemente, es está la resistencia que está en nuestro alcance y que permitirá marcar nuestra oposición ante las crisis y  así disuadir a reformular los objetivos multinacionales de quienes participan como actores intelectuales en este conflicto. 

¿Qué opinan ustedes? 

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