“A las candidatas las usan, las ilusionan, les prometen apoyo, las ponen a hacer campaña para que consoliden sus equipos, bases de datos y ¿al final? … las traicionan”.      

Poco se habla – públicamente- de las malas prácticas que permiten que elección, tras elección, se repita esta historia. Era 2007, participaba como candidata al concejo de Pereira por el Partido Liberal cuya candidata a la alcaldía fue Martha Elena Bedoya. Ingenuamente –como cosa rara- creía que podía ser candidata de opinión, de ideología liberal, en un partido tradicional. Al fin y al cabo, ese partido debía representar los principios liberales a los que soy afín. Diego Patiño se opuso a mi aval. No existía en esa época la ley de cuotas y querían enviarme para un alista alterna. Me opuse. Atilano Córdoba, diputado en esa época defendió mi aval. Fuimos dos mujeres candidatas de diecinueve.      

En esa época, el conteo se trasmitía en la radio. En cada reporte, mi nombre sonaba, con uno, dos, tres votos por mesa. Pasaron dos horas para que volvieran a reportar el concejo. Y yo no volví a sonar. Perdí. “No votaron por mí y ya”, afirmé. “Es una mala candidata” decían por ahí.

 Y uno lo repite para “pasar la página” “saber perder” y evitar pensar en lo que muchos presentimos y nadie denuncia: votos que no aparecen.  Y si, por su puesto hay gente que traiciona, se equivoca y no vota, pero no tenía la estructura – testigos, abogados- para verificar. La duda queda ahí. 16 años después, las historias se repiten y hoy es más claro para mí que existe un cartel de votos y una registraduría que depende burocráticamente de los congresistas. Difícil confiar.      

¿Cómo las traicionan? Días antes del día de elección, los caciques o líderes políticos redireccionan los votos al candidato de su preferencia, casi siempre hombre. “Tiene que decirle a su gente que el candidato ya no es X, sino Y”. “Tranquila que yo le doy un contrato después, pero no haga más campaña”. Y ahí queda el trabajo de meses para tenerlo que ceder al que diga el jefe político. Otras, las más independientes, se enteran en el camino cuando notan como los mismos de su partido le han “desbaratado” su campaña electoral. Pasa en los tradicionales, pasa en los alterativos.      

Al mismo tiempo y nadie lo denuncia, están los que ofrecen “paquetes de votos” que mágicamente hacen aparecer en el conteo y el reconteo. ¿De dónde salen? Pues de todos esos candidatos que no tienen testigos para verificar sus votos en las mesas. Triste que una responsabilidad del Estado, tenga que ser asumida por los candidatos de manera individual.      

¿Por qué me refiero a las mujeres, si también le pasa a los hombres?   Es cierto. Estas traiciones y “pérdida de votos” les pasa a muchos, pero si vemos los resultados, son las mujeres las que casi siempre quedan al final de las listas de votación ya sea a concejo, asamblea o congreso.

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