La forma es simple: incurrió en unos delitos, fraude procesal y soborno, delitos que, a vistas del país, son cosas que pasan todos los días en el mundo político y se traducen en marrullas, corrupción, engaños, manipulación de gente en estado de necesidad porque está en la cárcel, nada del otro mundo. Básicamente, por medio de un teléfono roto, Uribe pidió a unas personas que cambiaran su testimonio a cambio de dádivas, ya fuera para encochinar a Cepeda o para no decir lo que todos piensan y muchos saben sobre el expresidente y su gente; de hecho, el rosario de testigos de la defensa más parecía un glosario demonológico que otra cosa, paramilitares, parapolíticos, convictos, etc., gente non sancta en todo caso.
Pero el fondo es otra cosa. Lo que está debajo de todo eso fue la participación del sindicado de marras y su gente, incluido su hermano que hace poco salió airoso por ineptitud de la fiscalía para sostener las acusaciones que se le hicieron. Dentro del sumario de material probatorio lo que salió a flote fueron declaraciones sobre la necesidad de modificar versiones sobre el papel determinador o al menos participación de Uribe en diferentes hechos delictivos que refuerzan lo sostenido por periodistas como Daniel Coronell y Gonzalo Guillén, todo gracias al testigo Juan Guillermo Monsalve, un tipo que trabajó toda la vida, así como su padre, Para los Uribe Vélez y que, mire usted qué terrible noticia, término en la cárcel por paramilitarismo.
La lectura de la sentencia de ayer, la cual celebro, no con triunfalismos ni desquite, sino como una victoria del Estado y su democracia por cuanto a la independencia de poderes y la administración de justicia sin distingos de abolengos, credenciales ni billeteras, cosa que ayuda al país a salir de su condición de república bananera; también es un reto importante para la ciudadanía, ya que nos obliga a mirar de fondo lo que se lleva cociendo en la olla política del Estado. Más allá de que Uribe haya sido condenado por intentar manipular testigos y sobornarlos (la forma) es su interés, y más que interés diría preocupación, por modificar el testimonio de una persona cercana a su familia que desde hace años viene diciendo que Uribe sabía y participaba del accionar paramilitar en el país (el fondo).
Si me preguntan, no pienso que el señor haya puesto su cara de perro triste por la sentencia per se, sino porque con el fallo de la jueza se abre una puerta más grande y tenebrosa: la de condenarlo por hechos como los falsos positivos, masacres y desplazamiento forzado, todos hechos ampliamente conocidos y los cuales fueron perpetrados por las A.U.C. en todas sus dimensiones. Para más Inri, esto no solo lo moja a él, sino a quienes estuvieron a su alrededor en aquellos años, no en balde la preocupación de Mario Uribe cuando declaró y dijo textualmente que le teme a la corte. Veremos los próximos días cómo sus allegados políticos buscarán la forma de apartarse para no caer al fondo con él.