Siempre me ha preocupado que el inglés no tenga diferencia entre «ser» y «estar», porque definitivamente no son lo mismo; por estos días, los colegios privados pueden dar fe de ello. Según la nueva disposición del presidente, estas instituciones educativas deben pasar a nivelar el salario de su planta docente a la del sector público y con esto, imagino que los dueños del negocio pasaron a ser privados en su estatus comercial a estar privados del susto.
En muchos casos, estos negocios educativos, más que contribuir a los procesos formativos con educación de calidad han dado respuesta a un sector de la sociedad aspiracional que fue formada en colegio público y hasta universidad pública, lograron un estatus económico y en respuesta de ello sus hijos debían tener una educación acorde al barrio en que viven, la ropa que usan y los amigos que frecuentan. Mi papá, un señor que siempre vivió del Estado, me decía que si yo llegaba a perder el año me metía en un colegio público como castigo, porque esa era la idea del viejo y de muchos tantos.
Lo mismo pasaba con los profesores del colegio, la mayoría tenían un carro y estilo de vida bastante decente, pero no por lo que ganaban en ese colegio tan caro, sino porque en la jornada de la tarde eran profesores de colegio público, pero eso sí, sus hijos debían estudiar en privado porque allí la educación es mejor, sabrá dios por qué si se supone que eran los mismos profesores en ambas instituciones.
Luego, cuando tuve la oportunidad de ser profesor de colegio privado entendí la razón, en los privados pagan menos, pero exigen más; toca dar explicaciones a rector, coordinador, padre de familia y hasta al mismo estudiante; también hay que ser director de grupo, básicamente un mentor de media jornada que funge como psicólogo, consejero, amigo y hasta papá para un grupo de muchachitos que tienen todo menos compañía (el día que las abuelas se nos revelen y decidan dejar de criar nietos se nos cae el país a pedazos); también hay que realizar actividades trasversales y extracurriculares como izadas de bandera, comparsas, obras de teatro, coreografías, cumpleaños, fiestas patrias, bingos, kermeses… todo por el mismo sueldo, porque hablar de horas extra en un colegio privado es como hablar de pantalones en una iglesia evangélica.
Creo que un colegio privado es un pésimo negocio, porque uno hace cuentas, digamos 200 niñitos con una mensualidad de 100 mil (sabemos que son más caras) o sea 20 millones mes, 200 millones año para pagar una planta de 10 profesores a millón y medio (que lo dudo) quedan 5 millones para el dueño del sitio y aún así casi siempre las remodelaciones, los computadores y los tableros toca con rifas, bingos y empanadas bailables, no hablemos de los jean day… Eso, lo que me dice a mí, es que el negocio de un colegio privado no es la educación, sino la contratación de mano de obra barata y si un negocio no se lucra por el producto o servicio que vende, sino por el bajo costo que le implica hacerlo, ese negocio debe cerrar porque no es rentable, por muy buenas que sean las anchetas a final de año.