La inestabilidad política en Madagascar alcanzó su punto más crítico tras el anuncio de una unidad militar rebelde que asegura haber tomado el control del país. El comunicado se produjo pocas horas después de que el presidente Andry Rajoelina disolviera el Parlamento, un día después de huir del país ante el creciente descontento dentro de las fuerzas armadas y las protestas ciudadanas que exigían su destitución. Según la televisión estatal, el grupo militar justificó su acción como una respuesta al vacío de poder generado por la fuga del mandatario y la parálisis institucional. “El Ejército no podía permanecer inactivo mientras el país se hundía en el caos”, declaró el coronel que encabezó la intervención, cuyo nombre no fue revelado por razones de seguridad. La población, sin embargo, permanece dividida: algunos celebran la medida como una forma de poner fin al autoritarismo de Rajoelina, mientras otros temen el inicio de una nueva etapa de represión y censura.
Crisis política y ruptura institucional
La crisis en Madagascar se gestó durante meses de tensiones entre el Ejecutivo y el Parlamento. El presidente Rajoelina enfrentaba un proceso de destitución impulsado por los legisladores, quienes lo acusaban de abuso de poder y de violar la Constitución al prorrogar su mandato. En un intento por conservar el control, el mandatario disolvió el Parlamento antes de abandonar el país, decisión que fue interpretada por la oposición como un “acto desesperado”. Este vacío político desencadenó el pronunciamiento de una facción del Ejército, que anunció la creación de un “Consejo Nacional de Salvación”. Los militares afirmaron que su prioridad será restablecer el orden y organizar elecciones “libres y transparentes” en los próximos meses, aunque no ofrecieron detalles sobre un calendario concreto. La comunidad internacional, encabezada por la Unión Africana y Naciones Unidas, expresó su preocupación por la ruptura del orden constitucional y pidió una transición pacífica. Países vecinos como Mozambique y Sudáfrica hicieron un llamado al diálogo, mientras que la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) condenó el golpe y exigió el respeto al marco democrático.
Reacciones dentro y fuera del país
En las calles de Antananarivo, capital del país, las reacciones fueron mixtas. Grupos de manifestantes salieron a celebrar lo que consideran “el fin de un régimen corrupto”, ondeando banderas nacionales y coreando consignas a favor del Ejército. Sin embargo, otros ciudadanos denunciaron la presencia de soldados armados en puntos estratégicos y temen represalias contra los simpatizantes del expresidente. Los medios locales informaron que la televisión nacional y las principales emisoras fueron tomadas por las fuerzas rebeldes, quienes transmitieron mensajes llamando a la calma y prometiendo no perseguir a funcionarios civiles. Rajoelina, que asumió el poder en 2009 tras otro golpe militar, se encontraba ya fuera del país, presuntamente refugiado en Francia, donde tiene doble nacionalidad. Observadores internacionales señalan que la situación recuerda a los episodios de inestabilidad que marcaron la historia reciente de Madagascar, donde los golpes de Estado han sido recurrentes cada vez que las tensiones políticas se salen de control. Organizaciones de derechos humanos alertaron sobre el riesgo de violencia generalizada y pidieron garantizar la seguridad de la población civil y de los opositores detenidos durante las protestas.
¿Qué futuro le espera a Madagascar tras el golpe?
El futuro inmediato del país africano es incierto. La transición militar promete estabilidad y elecciones, pero la experiencia reciente en la región muestra que estos procesos suelen extenderse indefinidamente. Analistas políticos advierten que la falta de legitimidad institucional y la fragilidad económica podrían agudizar la crisis humanitaria que ya afecta a millones de malgaches. Con una tasa de pobreza superior al 70%, una fuerte dependencia de la ayuda internacional y una creciente desigualdad, la isla del Índico enfrenta un panorama delicado. Los observadores coinciden en que la comunidad internacional tendrá un papel crucial en presionar por una salida democrática que evite un nuevo ciclo de violencia y autoritarismo. La pregunta clave es si los militares cumplirán su promesa de devolver el poder al pueblo o si, como ha ocurrido en el pasado, consolidarán un nuevo régimen bajo su control. En un contexto global en el que los golpes de Estado han vuelto a proliferar en África, lo sucedido en Madagascar representa un nuevo desafío para la estabilidad regional y para los esfuerzos por fortalecer la gobernanza democrática en el continente.