El mundo del arte colombiano está de luto por la partida de Gustavo Angarita, uno de los actores más queridos y respetados del país. La noche del jueves 16 de octubre, a los 84 años, el artista falleció tras una larga y valiente lucha contra el cáncer. Su deceso ocurrió en la Clínica Colombia, donde permanecía bajo cuidados paliativos, acompañado de su familia y seres queridos.

Según informó su hijo, Gustavo Angarita Jr., el actor fue hospitalizado debido a una debilidad general y bajos niveles de potasio que complicaron su estado de salud. A pesar de su deterioro físico, quienes lo rodearon aseguran que mantuvo la serenidad y la lucidez que siempre lo caracterizaron, enfrentando la enfermedad con la misma entereza con la que asumió cada papel en su carrera.

Una vida dedicada al arte y la verdad escénica

Nacido el 2 de septiembre de 1942, Gustavo Angarita fue mucho más que un intérprete: fue un creador integral que entendía la actuación como un acto de verdad y compromiso social. Graduado en Derecho y Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia, su formación académica le otorgó una profundidad intelectual que se reflejaba en cada personaje.
Su trayectoria se extendió por más de cinco décadas, consolidándolo como una de las figuras más influyentes del teatro, la televisión y el cine colombiano. En televisión, destacó en producciones como La estrategia, La Saga, negocio de familia, y Bolívar soy yo, donde demostró su capacidad para combinar el drama con la ironía y la crítica social. En el cine, su participación en El olvido que seremos y Tiempo de morir, dirigida por Jorge Alí Triana, reafirmó su posición como un actor de carácter y sensibilidad.
La calidad de su trabajo fue reconocida con galardones como el Premio India Catalina y el Premio Simón Bolívar al mejor actor de reparto en 1990 por su papel en La casa de las dos Palmas. Además, recibió un reconocimiento en el Festival de Cine de Acapulco por su interpretación en Tiempo de morir, un clásico del cine colombiano que exploró la tragedia y la moralidad del hombre frente al destino.

El adiós de un hombre libre y coherente

La noticia de su fallecimiento fue confirmada por sus familiares, entre ellos la actriz y productora Sandra Eichler, quien le dedicó un emotivo mensaje en redes sociales: “Hasta luego, Tío Gustavo Angarita. Hoy me despido de mi tío, de un gran actor colombiano, escultor del alma y de la materia, y un hombre que vivió la vida bajo sus propios parámetros, con la libertad de quien jamás se traiciona”.
Esa frase resume la esencia de Angarita: un hombre que no se dejó moldear por las modas ni por la industria, sino que defendió su independencia artística con una coherencia admirable. Su legado no se mide solo en los personajes que interpretó, sino en la ética con la que entendió el oficio. Para él, actuar era revelar lo humano, explorar los límites del dolor y la esperanza, y transformar al espectador a través de la verdad.
En los escenarios del Teatro La Candelaria y otros espacios emblemáticos, formó generaciones de actores con su ejemplo de rigor, disciplina y humildad. Su influencia perdura en la memoria de quienes lo vieron sobre las tablas y de quienes tuvieron el privilegio de aprender a su lado.

¿Qué deja Gustavo Angarita al arte colombiano?

La muerte de Gustavo Angarita deja un vacío difícil de llenar, pero también una herencia invaluable para la cultura nacional. Su obra se inscribe en la historia del teatro colombiano como un testimonio de resistencia y pasión por la verdad. Cada personaje que interpretó fue una búsqueda espiritual, una forma de entender el país y sus contradicciones.
Su legado trasciende las pantallas: está en los libros, en las memorias de sus compañeros de escena y en el compromiso de quienes siguen creyendo que el arte puede transformar la realidad. En un tiempo donde la fugacidad parece dominar la industria, su ejemplo recuerda la importancia del trabajo honesto y la profundidad emocional.
Hoy, el país despide a un artista completo, un maestro de la actuación y un pensador del alma humana. Su partida marca el fin de una era, pero su voz, su mirada y su entrega seguirán inspirando a nuevas generaciones de intérpretes. ¿Podrá el arte colombiano volver a encontrar una figura con su misma mezcla de talento, integridad y humanidad?

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