Sanae Takaichi ha roto un hito en la historia política de Japón al convertirse en la primera mujer elegida como aspirante formal para liderar el país.

El 4 de octubre de 2025 fue elegida presidenta del Partido Liberal Democrático (PLD), derrotando a Shinjiro Koizumi, hijo del popular exprimer ministro Junichiro Koizumi, en una segunda vuelta en una votación interna del PLD este sábado. Lo que abre el camino a su posible nombramiento como primera ministra. Este suceso cobra especial relevancia si consideramos que el PLD ha gobernado Japón casi de forma ininterrumpida desde 1955. El ascenso de Takaichi no solo marca una primera vez en la política japonesa, sino que también representa un momento simbólico en un país donde las mujeres han estado tradicionalmente subrepresentadas en los espacios de poder.

Un liderazgo con herencia conservadora y retos estructurales

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Por The New York times

Perfil político y conexiones con antiguos liderazgos

Takaichi, de 64 años, ha sido una figura destacada del ala más radical del PLD, siendo una de las integrantes más conservadoras del partido, habiendo ocupado cargos como ministra de Seguridad Económica. Se confiesa una admiradora de Margaret Thatcher, la primera mujer que lideró un Gobierno británico: “Mi objetivo es ser la ‘Dama de hierro”, dijo la semana pasada en un debate con el resto de candidatos.

Su liderazgo se presenta como continuidad del legado del asesinado ex primer ministro Shinzo Abe: ella ha sido presentada por sus partidarios como heredera de las políticas conocidas como abenomics, que combinan estímulo monetario, gasto fiscal y reformas estructurales para reactivar la economía nipona.

Su elección es un hito en un país donde el actual Ejecutivo solo cuenta con dos ministras entre 20. Aunque Takaichi no destaca por ser una defensora de las políticas feministas ni de los derechos de las minorías su elección la convierte en la tercera líder del PLD en poco más de un año, después de que Ishiba sustituyera a su vez a Fumio Kishida, que abandonó en 2024 con la formación azotada por un caso de financiación irregular. También será, previsiblemente, la tercera primera ministra en ese breve lapso de tiempo, signo de que Japón anda sumido en la inestabilidad política desde el abandono de Abe en 2021 por motivos de salud.

Agenda política y posicionamientos sociales

La nueva primer ministra deberá buscar el reequilibrio con Estados Unidos, el gran aliado de Japón, tras la tempestuosa llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, y sus ansias arancelarias.

Si Takaichi llegara a ocupar el cargo de primera ministra, deberá enfrentarse a problemas estructurales como la inflación, el bajo crecimiento de Japón —la cuarta economía mundial— y escándalos de corrupción que han erosionado la confianza ciudadana. Pero algunos de los aspectos más llamativos de su perfil no son económicos, sino sociales: su postura respecto a los derechos de las mujeres, la igualdad de género y las libertades civiles.

Aunque Takaichi prometió en su discurso de victoria que su gabinete incluirá una participación femenina comparable a la de los países nórdicos —actualmente el gobierno saliente solo tiene dos ministras de veinte posibles—, su historial sugiere una visión conservadora en lo social. Ella rechaza reformar una ley del siglo XIX que exige que los cónyuges casados compartan apellido (lo que en la práctica obliga a la mujer a asumir el del esposo); también se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo. En cuanto a la familia imperial, Takaichi apoya mantener las reglas tradicionales que reservan la sucesión exclusivamente a los varones.

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¿Un cambio real o solo simbólico? ¿Qué esperar de Japón ahora?

Obstáculos internos y externos en el camino al poder

Aunque Takaichi ha sido elegida presidenta del PLD, su ascenso al puesto de primera ministra no es automático. Se espera que la votación parlamentaria de investidura tenga lugar en una sesión extraordinaria hacia el 15 de octubre. El actual Parlamento, donde la coalición PLD–Komeito sigue siendo la fuerza dominante, tiene una ventaja sobre la oposición fragmentada; sin embargo, negociar apoyos será clave para estabilizar su gobierno.

Otra fuente de presión será su relación con Estados Unidos, un socio estratégico de Japón. Bajo el gobierno saliente, según acuerdos previos, Japón aceptó aranceles del 15 % sobre la mayoría de productos estadounidenses a cambio de inversiones por 550.000 millones de dólares en EE. UU. Con la llegada de Donald Trump nuevamente al poder y su agenda arancelaria agresiva, será esencial que la nueva líder nipona ajuste la cooperación bilateral. Se espera que Trump visite Japón a finales de octubre.

Un tercer frente consiste en gestionar la fractura interna del PLD. La elección de Takaichi marca la tercera vez en poco más de un año que el partido elige nuevo líder: primero fue Kishida, luego Ishiba, y ahora Takaichi. Ese vaivén es un síntoma de la fragilidad política que atraviesa el partido que ha gobernado Japón durante décadas.

Más allá del símbolo: impacto posible en la sociedad japonesa

El ascenso de una mujer a la jefatura del Gobierno tiene, de por sí, un efecto simbólico potente en un país donde la participación femenina en la política ha sido mínima. Aunque solo hay dos ministras y las mujeres ocupan el 15 % de los escaños en la Cámara Baja, la visibilidad de una jefa de Estado podría motivar cambios de percepción y alentar aspiraciones políticas entre las mujeres jóvenes.

Sin embargo, la tensión entre símbolo y sustancia será constante. Si Takaichi no impulsa reformas concretas para la igualdad de género y mantiene posiciones conservadoras en derechos civiles, podría ser vista como una líder de “fachada” cuyo poder real perpetúa el status quo que ella misma representa. Expertos ya advierten que un eventual fracaso podría afectar negativamente la confianza en que una mujer puede gobernar Japón de forma transformadora.

A mediano plazo, su habilidad para gestionar temas claves —inflación, crecimiento estancado, corrupción y relaciones internacionales tensas— determinará si su gobierno será recordado como punto de inflexión o episodio de transición inerte.

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