La exministra del Deporte, María Isabel Urrutia, enfrenta un nuevo capítulo judicial tras la imputación de cargos por parte de la Fiscalía General de la Nación. En el centro de la controversia está un contrato de 4.950 millones de pesos que, según la investigación, fue adjudicado de manera irregular, violando las normas de contratación pública.

En una audiencia ante una magistrada del Tribunal Superior de Bogotá, la Fiscalía imputó los delitos de contrato sin cumplimiento de requisitos legales y falsedad ideológica en documentos públicos, ambos relacionados con presuntas irregularidades en la contratación del software “Sistema de Validación Nacional”.

El software y las irregularidades en el contrato

El proyecto en cuestión tenía como objetivo implementar un software que asociara el documento de identidad de los asistentes a los estadios con sus boletas de ingreso. Este sistema buscaba reforzar las restricciones del derecho de admisión y mejorar la seguridad en los escenarios deportivos, conforme al Decreto 1622 del 5 de agosto de 2022.

Sin embargo, la Fiscalía asegura que Urrutia ignoró los procedimientos legales establecidos, incluyendo la obligatoriedad de garantizar la concurrencia de oferentes. En lugar de abrir una licitación pública, la exministra habría optado por seleccionar al contratista de manera directa. Además, según los hallazgos, intermedió para condicionar la adjudicación del contrato a favor de un particular previamente acordado.

Entre las pruebas recopiladas, el ente acusador señala que Urrutia desoyó advertencias de su equipo técnico y jurídico, quienes alertaron sobre las maniobras ilegales y los riesgos asociados al proceso. Asimismo, firmó un convenio interadministrativo con una entidad pública indirecta el 30 de diciembre de 2022, presuntamente incluyendo avales falsos de funcionarios que no participaron en la estructuración del contrato.

Los hallazgos de la Fiscalía: inconsistencias y omisiones clave

La Fiscalía ha presentado varias irregularidades documentadas que sustentan la imputación de cargos. Entre ellas:

  1. Omisión de estudios de mercado y formación de precios: No se realizaron análisis previos para establecer un costo adecuado del contrato, pero aun así se fijó un valor de 4.950 millones de pesos.
  2. Selección directa sin justificación: No se explicó por qué se omitió el procedimiento de licitación pública, que habría permitido la participación de diferentes oferentes en igualdad de condiciones.
  3. Presión a intermediarios: La exministra habría buscado intermediarios para adjudicar el contrato, condicionándolos a subcontratar con un tercero ya definido.
  4. Advertencias ignoradas: Se registraron al menos tres advertencias de su equipo técnico y jurídico sobre las maniobras irregulares que se estaban ejecutando durante la contratación.
  5. Documentos falsificados: El convenio firmado incluyó avales de funcionarios que no participaron en el diseño del contrato ni en la selección del beneficiario, lo que refuerza la hipótesis de falsedad ideológica.

Repercusiones del caso y el impacto en la gestión pública

El caso de María Isabel Urrutia no solo refleja un posible incumplimiento de las normas de contratación, sino que también pone en cuestión la transparencia y la ética en la gestión pública. Estos nuevos cargos se suman a otros escándalos de corrupción que han sacudido el sector gubernamental en los últimos años.

Este episodio resalta la necesidad de fortalecer los controles internos en las entidades públicas y garantizar que los altos funcionarios cumplan con los procedimientos establecidos. El desvío de recursos destinados a proyectos clave, como el mejoramiento de la seguridad en eventos deportivos, afecta la confianza de los ciudadanos en las instituciones y el progreso de las políticas públicas.

¿Qué sigue para la exministra y el proceso judicial?

María Isabel Urrutia enfrenta un panorama judicial complicado. Aunque en esta etapa de la investigación no se ha emitido una sentencia, las pruebas presentadas por la Fiscalía podrían derivar en un juicio formal. Además, el caso plantea preguntas sobre las posibles responsabilidades de otros actores involucrados en el proceso contractual.

El impacto de este caso va más allá de la figura de Urrutia, ya que pone el foco en las prácticas de contratación en el país. ¿Cómo evitar que hechos como este se repitan? Las respuestas, probablemente, requieran reformas estructurales y una vigilancia más estricta sobre el manejo de los recursos públicos.


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