Las grandes plataformas digitales como Facebook, TikTok, Snapchat y YouTube enfrentan una batalla judicial sin precedentes en Estados Unidos. Acusadas de diseñar sus productos para fomentar la adicción entre jóvenes y adolescentes, podrían verse envueltas en un proceso comparable a los litigios del tabaco o los opioides.
Más de tres años de preparación, miles de páginas de documentos internos y declaraciones de ejecutivos conducirán a un litigio que busca responsabilizar a las tecnológicas por los efectos negativos en la salud mental de los menores. Las demandas, consolidadas en tribunales estatales y federales, sostienen que las plataformas fueron diseñadas deliberadamente para generar dependencia y mantener la atención de los usuarios, incluso a costa de su bienestar emocional.
El primer juicio está programado para enero en Los Ángeles. La demandante, una joven de 19 años, asegura haber desarrollado ansiedad, depresión y dismorfia corporal tras años de uso compulsivo de redes sociales. Otros miles de casos esperan su turno, con potencial para derivar en indemnizaciones multimillonarias y en una transformación del modo en que los menores interactúan con las plataformas.
Durante años, las tecnológicas se ampararon en la Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones, que las eximía de responsabilidad por el contenido publicado por terceros. Sin embargo, los abogados de los demandantes argumentan que esta protección no aplica cuando las compañías diseñan algoritmos y funciones que promueven activamente el uso excesivo y nocivo.
Los tribunales han empezado a aceptar esta interpretación, abriendo un precedente que podría redefinir la responsabilidad de las plataformas. Joseph VanZandt, uno de los abogados líderes del caso, comparó la situación con las estrategias de las tabacaleras: “Estas empresas apuntaron a los niños para obtener beneficios. Es el mismo patrón que vimos hace décadas”.
El impulso inicial de esta ofensiva legal provino de Frances Haugen, exempleada de Meta, quien en 2021 filtró documentos que mostraban cómo la empresa sabía que Instagram afectaba negativamente la salud mental de las adolescentes. Aquella revelación inspiró al abogado Matthew Bergman, fundador del Centro Legal para Víctimas de las Redes Sociales, a presentar las primeras demandas en 2022.
Bergman sostiene que las redes no son simples intermediarias de contenido, sino diseñadores de experiencias adictivas que priorizan el lucro sobre la seguridad de los usuarios. En el documental Can’t Look Away: The Case Against Social Media, producido por Bloomberg, se cita un fragmento interno de Meta que define a los preadolescentes como “animales de manada”, lo que, según Bergman, demuestra una estrategia consciente de manipulación.
Si los demandantes logran probar que estas plataformas conocían los riesgos y actuaron con negligencia, el impacto podría extenderse más allá de los tribunales. Las compañías tendrían que replantear sus modelos de negocio, especialmente en lo referente a la interacción con menores.
¿Será este litigio el punto de inflexión que obligue a las redes sociales a asumir su responsabilidad social? Los próximos meses podrían definir no solo el futuro de las grandes tecnológicas, sino también la manera en que la sociedad concibe la relación entre juventud y tecnología.