El juicio civil contra la multinacional bananera Chiquita Brands, acusada de financiar a grupos paramilitares en la región de Urabá, Colombia. Un jurado compuesto por diez miembros decidirá si la empresa debe indemnizar a las víctimas de estos grupos armados.
El caso se centra en la comprobada entrega de 1.7 millones de dólares por parte de Chiquita Brands a través de su filial Banadex, entre 1997 y 2004, a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Estos pagos, que comenzaron después de una reunión entre Carlos Castaño, líder de las AUC, y directivos de Banadex, fueron realizados inicialmente mediante cheques de donación a asociaciones Convivir y posteriormente en efectivo. Los pagos se intensificaron justo cuando el gobierno de Estados Unidos catalogó a las AUC como una organización terrorista.
El impacto de la financiación de Chiquita Brands a las AUC es devastador. Durante este periodo, los paramilitares llevaron a cabo masacres como las de Mutatá, Pavarandó y Apartadó, donde 36 personas fueron asesinadas, algunas de ellas torturadas y quemadas vivas con ácido. Además, miles de personas fueron desplazadas de sus hogares, exacerbando la crisis humanitaria en la región.
En 2007, Chiquita Brands aceptó pagar una multa de 25 millones de dólares al gobierno de Estados Unidos por estos pagos, pero ninguna parte de esta suma fue destinada a las víctimas en Colombia. Este juicio, por tanto, representa un esfuerzo crucial para que las víctimas reciban una compensación directa por las atrocidades sufridas.
La evidencia presentada en este juicio ha sido sustentada por una exhaustiva investigación periodística. Ignacio Gómez, director de Noticias Uno en Colombia, y el periodista estadounidense Mike Gallagher, han sido fundamentales en sacar a la luz los detalles de la complicidad financiera entre Chiquita Brands y los paramilitares.
Este caso subraya la necesidad de una mayor transparencia y responsabilidad corporativa, y es un recordatorio de los impactos devastadores que las decisiones empresariales pueden tener en las comunidades vulnerables. Las víctimas de Urabá y sus familias esperan con ansias un veredicto que les brinde al menos un poco de justicia y reparación por el sufrimiento soportado.