Brasil avanza de manera sostenida en el que ya es considerado el proyecto militar más ambicioso de su historia contemporánea: la construcción del submarino nuclear Álvaro Alberto, una embarcación que no solo será la primera de su tipo en América Latina, sino que también representa un salto tecnológico que muy pocas naciones han logrado. El desarrollo progresa dentro del complejo naval de Itaguaí, donde ya se construyen las primeras secciones del casco mientras avanza, en paralelo, la ingeniería del reactor que dará vida al submarino.
El plan forma parte del Programa de Obtención de Submarinos (PROSUB), creado para fortalecer la presencia brasileña en la llamada “Amazônia Azul”, el inmenso territorio marítimo donde se concentran recursos energéticos, rutas comerciales estratégicas y plataformas petroleras que sustentan parte crucial de la economía del país. La Marina brasileña sostiene que solo un submarino de propulsión nuclear posee la autonomía necesaria para realizar patrullajes prolongados sin necesidad de emerger, lo que permitiría vigilar distancias oceánicas enormes y responder rápidamente ante cualquier actividad irregular en el Atlántico Sur.
El futuro submarino tendrá cerca de 100 metros de eslora y alrededor de 10 metros de manga, con un desplazamiento sumergido que rondará las 6.000 toneladas. Incorporará un reactor nuclear propio basado en la tecnología PWR, capaz de generar la potencia necesaria para alcanzar velocidades cercanas a los 25 nudos en inmersión y permanecer meses operando sin recargas. También contará con seis tubos lanzatorpedos aptos para torpedos pesados, misiles antibuque y minas, y será tripulado por aproximadamente cien personas. Brasil estima que la embarcación podría entrar en servicio entre 2032 y 2034.
En octubre de 2023, el proyecto alcanzó una etapa clave con el corte de la primera plancha de acero destinada a la sección experimental del casco. Durante 2025, se firmaron nuevos acuerdos con Naval Group para asistencia en sistemas críticos, especialmente los vinculados a la planta nuclear. Según los cronogramas actuales, la botadura podría darse en 2029, antes del inicio de una larga fase de pruebas que se extendería hasta comienzos de la próxima década.
El Álvaro Alberto es mucho más que un submarino: representa la consolidación de una infraestructura tecnológica inédita para Brasil. Su desarrollo exigió la creación del prototipo del reactor LABGENE, la instalación de fábricas y astilleros especializados en Itaguaí, la formación de ingenieros nucleares, el establecimiento de proveedores nacionales y una red de instituciones científicas e industriales que trabajaron durante años para alcanzar el nivel necesario. En la práctica, el país se posiciona entre el reducido grupo de naciones con dominio nuclear naval, un logro reservado históricamente para potencias globales.
Esta nueva capacidad altera inevitablemente el equilibrio estratégico en Sudamérica. Al disponer de una embarcación capaz de operar meses bajo el agua, con gran alcance y poder de disuasión, Brasil se proyecta como una fuerza marítima con influencia ampliada en el hemisferio, capaz de proteger sus intereses y responder ante amenazas en un territorio oceánico que se ha vuelto cada vez más relevante en términos económicos, ambientales y geopolíticos.

