La presión de Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro ha entrado en una nueva fase. El presidente Donald Trump confirmó la destrucción de una instalación en territorio venezolano que, según su versión, era utilizada para el envío de drogas por vía marítima.
Aunque los detalles oficiales han sido escasos, las declaraciones del mandatario y los reportes de medios estadounidenses permiten reconstruir parcialmente lo ocurrido y dimensionar el alcance político y militar de esta acción, que podría marcar un punto de inflexión en la relación entre Washington y Caracas.
Trump habló por primera vez del ataque durante una entrevista telefónica con la emisora neoyorquina WABC. Al referirse a la ofensiva de su gobierno contra el narcotráfico, mencionó la destrucción de una “gran instalación” en Venezuela, sin precisar ubicación, responsables ni el tipo de operación ejecutada.
Según sus palabras, se trataba de una infraestructura desde donde “salen los barcos” utilizados para transportar droga. “Hace dos noches la destruimos. Así que les dimos muy fuerte”, afirmó el presidente, sin aportar más información.
El lunes, al recibir al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en su complejo de Mar-a-Lago, Trump reiteró sus declaraciones ante periodistas y confirmó que el objetivo habría sido un muelle usado para cargar embarcaciones con droga. Habló de una “gran explosión” y aseguró que tanto las embarcaciones como el área de operación “ya no existen”.
Sin embargo, nuevamente evitó aclarar si se trató de una acción militar convencional o de una operación encubierta, y se limitó a señalar que ocurrió “a lo largo de la costa” venezolana.
Lo que revelan fuentes y el trasfondo de la ofensiva
Ante la falta de información oficial, fuentes citadas por medios como CNN y The New York Times señalaron que el ataque habría sido ejecutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) mediante drones, contra una instalación portuaria remota en la costa de Venezuela.
De acuerdo con estas versiones, el muelle era considerado por el gobierno estadounidense como un punto logístico utilizado por la banda criminal Tren de Aragua para almacenar droga y transferirla a embarcaciones. Las mismas fuentes indicaron que no había personas en el lugar al momento del ataque y que no se registraron víctimas.
Ni la CIA ni la Casa Blanca han confirmado oficialmente estos señalamientos. El Pentágono, por su parte, remitió las consultas al Ejecutivo y no emitió comentarios adicionales. Tampoco ha habido, hasta el momento, una reacción pública del gobierno venezolano.
Este ataque se enmarca en una escalada más amplia. Desde septiembre, Estados Unidos ha realizado numerosos operativos contra embarcaciones que vincula al narcotráfico en el Caribe y el Pacífico oriental. Según el Comando Sur, estas acciones han dejado más de un centenar de muertos. El propio Trump ha advertido en varias ocasiones que su gobierno avanzaría hacia ataques terrestres contra cárteles en América Latina, y este episodio sería el primero conocido dentro del territorio venezolano.
La ofensiva también incluye medidas económicas y diplomáticas, como el bloqueo a petroleros sancionados que entran y salen de Venezuela y la oferta de una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de Nicolás Maduro, a quien Washington acusa de liderar el llamado “Cartel de los Soles”.
Mientras Estados Unidos justifica estas acciones como parte de su lucha contra el narcotráfico, expertos en derecho internacional y organizaciones de derechos humanos han cuestionado la legalidad de los ataques, señalando que podrían constituir ejecuciones extrajudiciales.
Desde Caracas, el gobierno de Maduro niega cualquier vínculo con el tráfico de drogas y sostiene que la estrategia de Washington busca debilitarlo políticamente y apoderarse de las reservas petroleras del país. Analistas, por su parte, señalan que el “Cartel de los Soles” no sería un cártel estructurado, sino una red de corrupción que facilita actividades ilícitas.
En medio de versiones cruzadas, silencios oficiales y tensiones crecientes, el ataque anunciado por Trump deja más preguntas que respuestas y abre un nuevo capítulo en la ya compleja relación entre Estados Unidos y Venezuela.

