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La justicia alemana ha vuelto a enfrentarse a un caso estremecedor de homicidios cometidos dentro del sistema sanitario. La Audiencia Provincial de Aquisgrán, en el oeste del país, condenó este miércoles a cadena perpetua a un enfermero identificado como Ulrich S., de 44 años, por haber asesinado a diez pacientes en una clínica de cuidados paliativos ubicada en Würselen, cerca de Aquisgrán. La sentencia sigue las peticiones de la Fiscalía, que también lo acusó de 34 intentos de asesinato cometidos entre diciembre de 2023 y mayo de 2024.

Según el tribunal, el acusado administró inyecciones letales de barbitúricos mezclados con analgésicos a pacientes en situación terminal. Las pruebas revelaron un incremento anormal en la mortalidad durante sus turnos nocturnos, lo que llevó a las autoridades a investigar su participación directa. “Su objetivo era inmovilizar a quienes necesitaban cuidados para tener la menor cantidad de trabajo posible”, declaró la Fiscalía, señalando la frialdad y falta de empatía del enfermero.
Durante el proceso judicial, que se inició en marzo de 2025, la acusación destacó que Ulrich S. actuaba con total control sobre la vida de los enfermos, convirtiéndose en lo que el fiscal denominó “dueño de la vida y de la muerte”. La investigación se apoyó en testimonios de familiares que lo vieron aplicar inyecciones a pacientes dormidos sin justificación médica.

El caso comenzó con una acusación inicial de cinco homicidios, pero con el avance de las investigaciones la cifra ascendió a diez muertes comprobadas y 27 intentos de asesinato adicionales, con sospechas de más casos aún bajo revisión. Las autoridades detectaron un patrón de fallecimientos coincidentes con los turnos del acusado, lo que levantó la alerta dentro del hospital.
Ulrich S. intentó justificar sus acciones alegando que pretendía “hacer algo bueno” por los pacientes, aliviándoles el sufrimiento, una afirmación que el tribunal rechazó categóricamente al considerar que actuó por comodidad y desinterés profesional, no por compasión. Los jueces calificaron sus actos como una “violación grave de la ética médica” y un ataque a la confianza depositada en el personal sanitario.

El veredicto ha causado conmoción en el país, que en los últimos años ha sido escenario de varios casos similares protagonizados por miembros del personal médico. La prensa alemana ha retomado el término “ángeles de la muerte” para describir a profesionales de la salud que asesinan a sus pacientes bajo el pretexto de aliviarles el dolor. Uno de los casos más impactantes fue el del enfermero condenado en 2019 por matar a 85 pacientes, considerado el mayor asesino serial de la historia moderna alemana.
En esta ocasión, el tribunal no solo impuso la cadena perpetua, sino que determinó que, debido a la gravedad de los hechos, Ulrich S. no podrá ser liberado tras cumplir 15 años de prisión, como suele ocurrir en Alemania con condenas de este tipo. La sentencia aún puede ser apelada, pero el Ministerio Público ha solicitado que se mantenga la pena sin posibilidad de reducción.

El caso vuelve a poner en el centro del debate la falta de supervisión en centros de salud y residencias, así como la necesidad de fortalecer los mecanismos de control interno para detectar patrones de conducta sospechosos entre el personal médico. Mientras tanto, la Fiscalía continúa investigando otros posibles delitos cometidos por Ulrich S., lo que podría derivar en un nuevo juicio.
Alemania enfrenta así otra dura lección sobre los límites del cuidado y la vulnerabilidad de los pacientes en el sistema hospitalario, en una historia que sacude la confianza en uno de los pilares fundamentales de la sociedad: la ética en la medicina.

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