La Nueva EPS se hunde y se lleva consigo millones de colombianos que hoy claman por un servicio digno, lo que se vive no es un simple defecto administrativo: es la confirmación de que el sistema de salud en Colombia está en caída, citas aplazadas durante meses, medicamentos que nunca llegan, tratamientos suspendidos y filas interminables son la rutina diaria de los pacientes. Detrás de cada dato frío hay historias de dolor, de diagnósticos sin atención y de vidas que se apagan por la negligencia de un modelo que prefiere la plata sobre la gente.
La Contraloría denuncia deudas multimillonarias, contratos dudosos y facturas sin evaluar, el Gobierno Nacional responde acusando intereses políticos en medio de su proyecto de reforma. Mientras tanto, la corrupción y la politiquería se devoran los recursos públicos, y los enfermos quedan a la deriva, condenados a sobrevivir en un sistema que se desmorona la salud se volvió un negocio con intermediarios privados que manejan miles de millones, pero no garantizan ni lo mínimo: acceso rápido, tratamientos efectivos y respeto por la vida.
El modelo EPS está agotado. Los recursos se pierden en trámites absurdos, procesos interminables y manejos opacos, mientras el ciudadano de a pie paga el precio más alto: su salud y en demasiados casos, su vida. Colombia no puede seguir tolerando que la salud sea botín político ni caja menor de la corrupción. Urge una cirugía mayor que limpie de raíz la podredumbre administrativa y ponga en el centro al paciente, no a los intereses de burócratas ni de empresarios.
El país necesita un sistema que responda con rapidez, con transparencia y con humanidad. Si el Estado sigue mirando hacia otro lado, si los políticos continúan usando la salud como campo de batalla electoral, lo que nos espera es un cementerio de derechos, un modelo que mata lentamente y una población condenada a la desesperanza. La salud en Colombia no está en crisis: está en caída libre, y el tiempo se agota.