Cuando se rememora la historia no solo se hace una retrospectiva de los hechos, las interacciones o las malas decisiones, sino que implica compilar testimonios, experiencias y subjetividades que dan precedente a una perspectiva contemporánea o en su defecto, a la simulación de proyecciones a futuro que pasan factura cuando la misma historia es quien condena.  Esto mismo se podría decir, cuando una posición de poder ha estado a merced del miedo y éste mismo se convierte en una herramienta que utiliza el tirano para tener el control no solo de las instituciones y el territorio sino también, el de las relaciones sociales.

Lo anterior se podría acercar a la realidad, justamente con el caso del expresidente Álvaro Uribe Vélez, el cual fue declarado culpable el 28 de julio por crímenes como fraude procesal y soborno de testigos. Aunque se materialice como un – imputado- más del país. Le recuerda a la sociedad que fue precisamente esta fecha en la que justicia no contempló el estatus, el poder, el recurso y mucho menos el apellido para la aplicación del poder judicial. 

Sinceramente, Uribe ya había sido condenado por la misma historia a causa de los múltiples delitos e infracciones que cometió en el pasado. Solo queda recordar aquellos puntos que no deberían pasar al olvido. Como el informe final de la Comisión de la Verdad que menciona que fueron 6.402 falsos positivos que fueron justificados como daños colaterales para restablecer el orden social a causa de una política de seguridad democrática. Dilató considerablemente su proceso judicial para no afrontar la dura realidad que se le acercaba. Sus aliados que han perjudicado fuertemente a Colombia han intentado borrar la historia, para hacer como si nada hubiese pasado. Hicieron alianzas para atentar contra la patria y los compatriotas, simplemente por caprichos y descontentos por una ideología que se encuentra en el poder.  

Sin embargo, el pueblo colombiano es una fuerza popular que le recuerda a las generaciones que toda la violencia que sucedió y sigue sucediendo en la actualidad ha sido originada por intereses individuales que se exhiben a la palestra como un bien colectivo.  

Finalmente, aprovecho esta columna, para resaltar la tenacidad, el compromiso y el valor de la Jueza Sandra Liliana Heredia Aranda quien con determinación,  profesionalismo y vocación materializó este hecho histórico. Quien concibió la justicia desde los pilares de la verdad, la ética, la moral y los principios de la democracia. ¡Mil gracias!

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