reencausar el conocimiento mao
Credit: Christian Orrego

Hoy en día se habla constantemente de “libertad”, “amor”, “tolerancia”, “respeto”, “igualdad” y “protección”, pero, en la práctica, muchas veces estas palabras no son más que discursos vacíos, frases repetidas por costumbre o conveniencia, se exige respeto con la boca, pero con la mirada, los pensamientos y las acciones, se juzga, se censura y se calla a quienes piensan diferente, lo que realmente molesta no es que el otro lo diga, lo haga o lo crea… lo que molesta es que YO no pueda hacerlo, porque cuando YO SOY quien piensa distinto, entonces todo vale, y no hay problema.

La Constitución Política de Colombia, en su artículo 19, es clara al decir: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva.”

Asimismo, el artículo 18 establece: “Se garantiza la libertad de conciencia; nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias, ni compelido a revelarlas, ni obligado a actuar contra su conciencia.”

Y el artículo 24 refuerza este principio al afirmar que: “Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo.”

Entonces, si la ley protege nuestras convicciones, ¿por qué pareciera que hoy debemos pedir disculpas por creer en Dios?, ¿Por qué se nos obliga a silenciar nuestra fe en nombre de una supuesta “tolerancia”, que muchas veces solo aplica en una dirección?

No se trata de fanatismo, ni de imponer creencias, se trata de exigir el mismo respeto que se pide para otras ideologías, la verdadera tolerancia no consiste en callar al que piensa distinto, sino en reconocer su derecho a expresarse.

El artículo 13 de nuestra Carta Magna lo dice con contundencia:

“Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades, y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.”

Entonces, ¿por qué hablar de Jesucristo se ha convertido en una ofensa?, ¿por qué se le ha apartado de espacios públicos y privados como si fuera un delito?

La libertad no puede ser selectiva, ni el respeto un privilegio de unos pocos, si realmente creemos en una sociedad libre, justa y tolerante, debemos aplicar esos principios de forma equitativa, hablar de Dios no debería ser un crimen, sino un derecho tan legítimo como cualquier otro.

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