reencausar el conocimiento mao
Credit: Christian Orrego

Si, el alma se estremece ante lo ocurrido en el municipio de Santa Rosa de Cabal, la brutal violación y tortura de una niña de tan solo 13 años a manos de un presunto pastor, no solo clama justicia, sino que debería confrontarnos con la oscuridad más abyecta que anida en el corazón humano sin un temor de DIOS; La indignación es unánime, y con razón, un crimen de esta magnitud no debería quedar impune.

Sin embargo, en medio de la furia, deben resonar estas enseñanzas: Proverbios 3:7: «No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal.»; Pr 26:12: «¿Has visto a hombre sabio en su propia opinión? más esperanza hay del necio que de él.» Estas palabras nos instan a una pausa reflexiva, a no caer en la fácil generalización que señalaría con dedo acusador a una única institución o credo, la verdad, aunque dolorosa, es que las sombras de la depravación pueden extenderse por diversos escenarios, incluso en  aquellos que se erigen como faros morales, padres, contra sus propios hijos, primos, tíos abuelos, vecinos, militares, policías, los casos de pederastia en la Iglesia Católica y  así podríamos mencionar muchos otros ámbitos, que son un testimonio de ello.

No se trata, en absoluto, de minimizar la bestialidad cometida en Risaralda, ni de justificar ningún acto de violencia, al contrario, de manera crucial todos debemos reconocer, que el mal, no conoce de dogmas ni de afiliaciones, así que reducirlo a un problema exclusivo de un grupo específico, nos ciega ante la complejidad del asunto y nos impide abordar las raíces profundas que permiten que estas monstruosidades ocurran.

Del mismo modo: 1 Corintios 6 “¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos?,¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar … ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos?», ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

Este es un potente llamado a la humildad y a la autocrítica: «El que esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra», no se trata de eximir la culpa del perpetrador, sino de cuestionar nuestra propia capacidad para juzgar con superioridad, olvidando nuestras propias fragilidades y errores. ¿Cuántas veces, desde la comodidad de nuestra supuesta rectitud, hemos levantado juicios sin detenernos a examinar nuestras propias sombras?

Estas citas nos interpelan sobre la coherencia entre nuestras creencias y nuestras acciones, si fuéramos llamados para fungir como jueces o jurados en un juicio moral, ¿cómo permitimos que la división y la intolerancia nos impidan construir espacios de verdadera justicia y protección para los más vulnerables?, la lista de injustos que menciona el apóstol Pablo, nos recuerda que la maldad adopta múltiples formas y que nadie está exento de caer en sus redes.

Este horrendo crimen en Santa Rosa de Cabal, debe ser un catalizador para una reflexión profunda y honesta como sociedad, no basta con señalar al monstruo; debemos examinar las grietas existentes en nuestro tejido social, las fallas en nuestros sistemas de protección, y los prejuicios que nos impiden ver la vulnerabilidad allí, donde menos lo esperamos, solo desde la humildad que reconoce nuestra propia falibilidad, sombras e inequidades, pero sobre todo el temor a Dios, con el cumplimiento en obediencia de sus preceptos y una verdadera empatía, que nos conecte con el dolor ajeno, podremos construir un futuro donde estos actos aberrantes sean cada vez más improbables, la justicia  humana para la víctima exige no solo castigo para el culpable, sino también una transformación profunda en nuestra manera de mirarnos y de relacionarnos.

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