Si en la anterior columna exploramos el coraje de permanecer inmóviles ante la incomodidad, esta semana cosechamos el fruto de esa fortaleza interior. Al detener la huida, dos de los patrones más destructivos del ego comienzan a disolverse: la culpa y el exceso. Ambos son estrategias sutiles para evitar la única verdad que nos libera: la aceptación radical de lo que es.

El ego, nuestro software de supervivencia, es experto en manipular el tiempo para mantenernos ocupados. Lo hace de dos maneras: nos paraliza con el exceso de pasado (la culpa) o nos adormece con el exceso de futuro o de placer (el exceso).

1. La Culpa: El Exceso de Pasado.

Piensa en esa llamada que no hiciste, en esa respuesta que evadiste o en ese error que no te permites olvidar. La culpa es el mecanismo más eficiente del ego para evadir la responsabilidad presente. Cuando te sientes culpable —ya sea por una decisión que tomaste o un error que cometiste—, tu energía se estanca en el pasado, reviviendo el juicio.

La culpa, sin embargo, es inútil. No te permite reparar. De hecho, te inmoviliza y te consume en el juicio moral («Soy una persona mala por esto»).  El coraje sereno de sostener la mirada disuelve la culpa de una forma sencilla: la convierte en responsabilidad:

• La Culpa dice: «No debí haberlo hecho, soy un desastre.» (Pasado fijo).

• La Responsabilidad dice: «Lo hice. ¿Qué aprendí de eso y qué voy a hacer diferente ahora?» (Acción presente).

La responsabilidad es un acto de integración. Es aceptar la dualidad de nuestra naturaleza humana: que somos capaces de fallar y, a la vez, de aprender. Como propone Viktor Frankl, esta elección de actitud ante el pasado es nuestra última libertad.

Al observar el error sin juicio, lo integramos como una lección, no como una condena. Este simple cambio de enfoque te devuelve el poder que la culpa te había robado.

2. El Exceso: La Búsqueda de Anestesia.

El otro gran patrón de huida es el exceso: la búsqueda compulsiva de lo que nos llena, distrae o entorpece. Hablamos del scroll infinito, la sobre-ingesta emocional, el trabajo desmedido, o la necesidad constante de aprobación externa.

Todos estos excesos tienen el mismo motor: el miedo a la quietud y el terror a sentir. El ego no quiere que te quedes inmóvil con tu incomodidad, porque en ese vacío surge la verdad.

El exceso es la manifestación de la carencia. Usamos cosas externas para llenar ese vacío interior. Como bien señala Brené Brown en su trabajo sobre la vulnerabilidad, protegernos de la exposición emocional nos lleva a construir escudos, y el exceso es uno de ellos.

La rendición consciente rompe este patrón. Al soltar el control de los resultados y aceptar el vacío, descubres que la carencia no necesita ser «llenada», sino simplemente aceptada. La fortaleza interior de sentir el deseo sin actuar sobre él es lo que finalmente disuelve la compulsión.

El Camino hacia la Integración Total

La Columna 1 comenzó con la necesidad de discernir sin juzgar ante el caos de la vida, no de una lectura, sino de un evento real que me obligó a mirarme al espejo y tomar la decisión de aplicar herramientas para «mirarme en mi propia historia». Ahora compruebo que el coraje de la mirada me permite integrar esos eventos. La culpa y el exceso.

La Integración Total es el estado final de esta práctica. No se trata de ser un «ser de luz» perfecto, sino de dejar de pelear con lo que somos. Es aceptar que somos la mezcla, la unidad en la polaridad: somos la rabia y la compasión, la falla y el aprendizaje, el caos y la quietud.

Cuando disolvemos la culpa (al dejar de juzgar el pasado) y el exceso (al dejar de adormecer el presente), nos volvemos completos. Dejamos de ser víctimas de nuestra historia para convertirnos en los autores de nuestra respuesta.

Hemos aprendido a observar, a sostenernos con coraje y a comenzar la integración. La próxima semana, cerraremos este ciclo explorando el destino final de la conciencia: La Unidad como Espejo.

CLAUDIA ESPERANZA CASTAÑO MONTOYALíderEmociónyEspíritu Mass Media es la expresión multimedia de la misión de conexión Emocional y Espiritual de la Fundación Ok Futuro

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