Colombia país de mártires, héroes y heroínas ha vivenciado desde su fundación como republica la muerte de sus coterráneos políticos por la Violencia y la violencia que aún persiste a pesar de todo: de todo lo vivido, de todo lo dialogado, de todo lo narrado, de todo lo escrito, de toda la política, de todos y todas creando un duelo nacional permanente que algunos gestionan superando el dolor.
El duelo nacional, social, grupal, familiar e individual hace parte de nuestro trasegar humano, perdemos en vida no solo personas, sino momentos, objetos convertidos en tótems y experiencias simbólicas causantes de preguntas, angustias, tristezas, enojos que mal gestionados son un espiral de acontecimientos violentos causantes de desasosiego en el inconsciente colectivo, como si la muerte violenta sobrepusiera la razón y la promesa de un mejor país.
La política trasciende su comprensión en la democracia en el marco argumentativo de instituciones que permiten elegir, ser elegido bajo la tiranía de voto mayoritario y la experticia de las y los elegidos para administrar con los suyos y sus contrincantes buscando un bien común. Sin embargo, existe la institución de la política como forma de construir narrativas, discursos, opiniones y propuestas que convenzan a la comunidad gobernada, lo cual permanece en su memoria para luego elegir lo que le cause mayor bienestar social, económico y familiar: de este modo se construyen las banderas o propuestas políticas.
Banderas destruidas siempre deben ser recogidas y levantadas por quien crea salió afectado del dolor de lo derrotado, izando la bandera para seguir el símbolo de la continuidad a pesar de lo ocurrido. Las banderas políticas son historias, luchas incansables, hitos recordados para seguir construyendo ideales de país, esto permite que se honre y memore al caído como una forma valerosa de gestionar el duelo nacional, por medio de un mensaje de simbolismos que podrá denominarse oportunismo o heroísmo; sin lugar a dudas permite en honor al caído vivenciar el duelo que empieza desde la etapa de negación gestionada por la continuidad de los ideales, trascendiendo por la aceptación causada en la recordación de los propósitos, propuestas y visión de país, continuado por la aceptación de seguir un legado en honor al trascendido permitiendo gestionar el duelo nacional. Es la política y siempre desde nuestra fundación como república no ha cesado la gestión de duelos colectivos, aunque estos sean aceptados o negados por ciudadanos que maximizan o minimizan sus propios beneficios.
—
Si desea compartir ideas, comentarios, sugerencias acerca de esta columna por favor escríbame, es de mi interés ampliar el debate crítico, mi correo es: columnaalejandromedinamarin@gmail.com