Ayer, mientras el país contaba los votos de los Consejos de Juventud, muchos pensaron que no pasaba gran cosa, que era una elección menor, silenciosa, sin titulares. Pero en esas urnas había algo más que nombres: había una generación intentando creer.
Los jóvenes de Risaralda y de todo el país están dando una lección de compromiso y esperanza al involucrarse en los espacios de participación política desde una mirada humana y transparente. No necesitan promesas vacías ni campañas coloridas; necesitan acompañamiento y oportunidades reales: trabajo digno, educación que sirva, espacios donde crear sin miedo. No quieren que les regalen nada; quieren que les permitan construir. Son muchachos y muchachas que entienden que la política es una herramienta para transformar realidades, no para aprovecharse de ellas, desde los barrios, las aulas y las comunidades están gestando una forma distinta de hacer política más cercana, más consciente, más auténtica.
En este camino de renovación, quiero reconocer a Juan Sebastián Loaiza, del corregimiento de Cerritos, un lugar que muchos creen de pocas oportunidades, aunque ahí florece el compromiso verdadero. Fue destacado en los CMJ por su apoyo a las comunidades vulnerables, reflejando ese liderazgo solidario que tanto necesita nuestro país.
Como él, muchos jóvenes de Risaralda son prueba de que la integridad y la empatía aún tienen futuro. Son la generación que no se rinde, que entiende que servir también es una forma de transformar. Apoyarlos es creer que el cambio empieza con gestos sencillos y con la voluntad de hacer bien las cosas. Risaralda puede sentirse orgullosa de su juventud, de esos soñadores que no se conforman con criticar, sino que se levantan para hacer.
Porque cuando un joven decide participar, no solo vota: confía. Y en un país que a veces olvida creer, la confianza es el primer paso de cualquier transformación. Que nunca les falte esperanza ni oportunidad, porque ahí donde la juventud florece, florece también la nación.
