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Credit: Christian Orrego

En un mundo donde las labores sociales a menudo pasan desapercibidas, es urgente destacar la importancia de quienes ven en estas acciones no solo una forma de ayudar, sino una herramienta clave para la transformación del tejido social. Lamentablemente, son pocas las personas que entienden el verdadero impacto de estas intervenciones. La indiferencia generalizada ante las realidades de aquellos que se encuentran en las márgenes de la sociedad, como las trabajadoras sexuales y los habitantes de calle, refleja una falta de empatía y compromiso hacia problemas estructurales que afectan profundamente a nuestras comunidades.

Las trabajadoras sexuales y los habitantes de calle son, sin duda, dos de los grupos más vulnerables y estigmatizados en nuestra sociedad. Las problemáticas que enfrentan son diversas y multifacéticas: la violencia física y psicológica, la exclusión social, la falta de acceso a servicios básicos como salud y vivienda, y la ausencia de oportunidades laborales que les permitan dignificar sus vidas. Las trabajadoras sexuales, por ejemplo, no solo deben lidiar con los riesgos inherentes a su profesión, sino también con el rechazo y la marginación que las empuja aún más a los márgenes de la sociedad. Los habitantes de calle, por su parte, enfrentan la precariedad extrema y, con frecuencia, la criminalización de su situación, sin recibir la atención que su condición requiere.

Estos colectivos representan una parte de nuestra sociedad que ha sido históricamente olvidada. La violencia, tanto directa como estructural, es una constante en sus vidas. Desde el abuso policial hasta la discriminación en espacios públicos, estas personas están sometidas a un ciclo perpetuo de exclusión y vulnerabilidad. Enfrentan obstáculos no solo para su bienestar inmediato, sino también para su capacidad de reconstruir sus vidas. Aquí es donde las labores sociales, realizadas con sensibilidad y compromiso, pueden marcar una diferencia real. Sin embargo, como sociedad, no siempre reconocemos el valor de estas acciones ni les damos el apoyo necesario.

En este contexto, la barbería y el Team Colombia Barber se presenta como una herramienta poderosa de transformación, y no solo en términos de estética. Es mucho más que un simple corte de cabello. En muchos casos, es el primer paso hacia la recuperación de la dignidad y el renacimiento de una identidad que ha sido dañada o perdida. La barbería ofrece un espacio de inclusión, donde las personas pueden ser vistas, escuchadas y valoradas, independientemente de su pasado o situación actual. Para los habitantes de calle y las trabajadoras sexuales, un corte de cabello puede simbolizar mucho más que una mejora en su apariencia física. Puede ser un recordatorio de que son seres humanos dignos de respeto, capaces de aspirar a una vida mejor.

Además, la barbería puede servir como una plataforma para la reintegración social y económica. Proceso por el cual el Team Colombia Barber lleva años siendo tenido en cuenta. A través del programa de formación en barbería, estas personas tienen la oportunidad de aprender una habilidad que no solo les proporciona sustento, sino que también les devuelve el sentido de propósito y pertenencia. Se ha comprobado que este tipo de iniciativas contribuyen a romper el ciclo de exclusión y permiten que quienes se encuentran en situaciones vulnerables comiencen a construir una nueva vida con mayor estabilidad. La barbería, por lo tanto, no solo transforma externamente, sino que puede cambiar vidas desde adentro, proporcionando una salida a quienes antes parecían atrapados en una espiral de pobreza y marginación.

Es también importante reconocer el papel fundamental que juegan las gestiones políticas en la creación de oportunidades para las labores sociales y la barbería. En los últimos años, hemos visto un avance significativo en el reconocimiento de la barbería como una profesión formal, lo que ha permitido la apertura de espacios para que más personas accedan a esta actividad como medio de subsistencia. Las políticas públicas que apoyan este tipo de iniciativas son clave para garantizar que estas herramientas transformadoras puedan ser implementadas a mayor escala y de manera sostenible. En especial, aquellas que promueven la educación y la capacitación en este sector son fundamentales para garantizar que cada vez más personas, independientemente de su origen o situación actual, puedan beneficiarse de estos programas.

No obstante, aún queda mucho por hacer. Es esencial seguir fomentando políticas que no solo reconozcan el valor de la barbería como una herramienta económica, sino también como una herramienta social. Espacios como las barberías pueden convertirse en puntos de encuentro comunitario, donde se construye confianza, se restauran relaciones y se siembran semillas de cambio social. Las autoridades y la sociedad en general deben seguir apoyando y expandiendo estos esfuerzos para garantizar que ningún individuo quede rezagado en el proceso de transformación social.

Al concluir, es necesario expresar un agradecimiento sincero a quienes han abierto los espacios y brindado apoyo a las labores sociales y a la barbería como motor de cambio, la gestión del gobernador de Risaralda, el gobierno anterior de la Perla del Otún y ahora, la gestión del municipio de las araucarias apostando por esta idea. Es gracias a estos esfuerzos que hoy podemos ver ejemplos tangibles de vidas transformadas y comunidades revitalizadas. A quienes aún no han reconocido la importancia de estas iniciativas, les invito a reflexionar sobre el impacto que pueden tener en nuestra sociedad y sobre la oportunidad que tenemos todos de ser parte de este cambio. Porque, al final del día, la barbería no es solo una profesión; es un acto de humanidad, de transformación y de esperanza para quienes más lo necesitan, y en eso cree el Team Colombia Barber.

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