En su más reciente intervención ante la Asamblea General de la ONU, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una advertencia enérgica dirigida a los narcotraficantes venezolanos. Durante su discurso, aseguró que desplegará acciones militares contra quienes trafican sustancias desde aguas del Caribe hacia territorio estadounidense, en lo que él calificó como una cruzada para frenar la inmigración ilegal y la exportación de “drogas venenosas”.

Trump remarcó que aquellas embarcaciones sospechosas no quedarán sin respuesta: “A todo matón terrorista que esté traficando drogas venenosas hacia los Estados Unidos de América, téngase por avisado: lo haremos saltar por los aires”. Esta frase, altamente beligerante y gráfica, se convirtió en el eje del mensaje diplomático-militar que busca reforzar la ofensiva estadounidense en la región caribeña.

El mandatario recordó que este no es un discurso aislado, pues ya se han registrado al menos tres ataques letales a lanchas sospechosas de narcotráfico en el Caribe, con un saldo de al menos 14 muertos, según cifras oficiales de Washington. Para Trump, estos hechos justifican la escalada de fuerza, al considerar que están en juego la seguridad nacional y la salud pública de los ciudadanos estadounidenses.

Más allá del tema del narcotráfico, su intervención ante la ONU tocó otros puntos sensibles: criticó duramente a la ONU por “no estar a la altura”, responsabilizándola de fomentar indirectamente la inmigración ilegal hacia Estados Unidos. También cargó contra países europeos, asegurando que se “están yendo al infierno” debido a políticas que, según él, permitieron flujos migratorios masivos que han desbordado instituciones y fronteras.

Trump no limitó sus críticas solo al ámbito internacional. En el mismo foro presumió los avances de su administración en materia migratoria, afirmando que las medidas fronterizas con México han logrado reducir la inmigración “a cero”. Además, mencionó que sostendrá una reunión con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, algo que, dijo, ya lo decidieron al cruzarse accidentalmente en un pasillo de la ONU, como señal de que la diplomacia continúa operando incluso en medio de tensiones.

Para muchos analistas, esta arenga marca un nuevo escalón en la retórica confrontativa del gobierno de Trump. La promesa de emplear la fuerza militar en aguas internacionales contra grupos no estatales plantea interrogantes de orden legal, diplomático y estratégico, sobre todo en lo que concierne a soberanía de naciones, normas del derecho internacional y posibles repercusiones en las relaciones con los países vecinos.

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