El Tribunal Superior de Bogotá absolvió al expresidente Álvaro Uribe Vélez de los delitos de soborno en actuación penal y fraude procesal, revocando la condena de doce años de prisión dictada por la Juez 44 Penal del Circuito, Sandra Liliana Heredia Aranda. La decisión, proferida por el magistrado Manuel Antonio Merchán, marca un giro en el proceso judicial más relevante que ha enfrentado el exmandatario, quien había sido acusado de manipular testigos en casos relacionados con presuntos nexos con grupos paramilitares.

Merchán declaró inocente en su totalidad a Uribe y emitió un contundente pronunciamiento contra el fallo de primera instancia, al considerar que “la falladora se equivocó”. El magistrado señaló que la sentencia de 1.114 páginas contenía graves errores, falencias argumentativas y un evidente sesgo en contra del también exsenador.

Fallos estructurales en la sentencia inicial

En su análisis, el Tribunal Superior determinó que la sentencia condenatoria carecía de una estructura jurídica sólida y no cumplía con los estándares mínimos de razonamiento judicial. Merchán argumentó que “la sentencia incurre en déficit argumentativo” y que su contenido evidenciaba “deficiencias estructurales y sesgos retóricos” que comprometían la validez del fallo.

Según el pronunciamiento, la juez Heredia Aranda interpretó de forma errónea la figura del fraude procesal, sin lograr demostrar la existencia del delito ni la participación determinante del expresidente. El Tribunal concluyó que “se evidencian falencias en la adecuación típica del fraude procesal”, lo que impidió sustentar la responsabilidad penal de Uribe Vélez.

Asimismo, Merchán cuestionó la valoración de los testimonios de Juan Guillermo Monsalve, pieza clave del proceso. Indicó que la juez de primera instancia no aplicó el test de idoneidad necesario para establecer la credibilidad de las declaraciones del testigo, lo que afectó directamente la construcción de la sentencia condenatoria. De acuerdo con el magistrado, las inconsistencias en los testimonios y la falta de pruebas materiales imposibilitaron sustentar las acusaciones por soborno en actuación penal.

La postura de la Fiscalía y el contexto judicial

El Tribunal también señaló que la Fiscalía General de la Nación no logró acreditar de manera suficiente los hechos que sustentaban los delitos imputados. Según Merchán, el ente investigador no demostró que existiera un acuerdo ilícito entre Uribe y terceros para alterar declaraciones o manipular el desarrollo de los procesos judiciales.

Esta absolución representa el cierre de un extenso proceso judicial que inició hace más de cinco años y que mantuvo en el centro del debate nacional la figura del expresidente. El caso, originado por presuntas gestiones para influir en testigos vinculados a los procesos de Enrique Vélez y Eurídice Cortés, había sido uno de los más mediáticos y polarizadores del país.

Con esta decisión, el Tribunal Superior desmonta la narrativa jurídica que sostenía la condena y refuerza la presunción de inocencia de Uribe Vélez. Expertos en derecho penal destacan que el fallo podría convertirse en un precedente sobre el rigor con el que deben manejarse los procesos judiciales que involucran figuras públicas, en especial aquellos con alto impacto mediático.

Implicaciones políticas y judiciales de la absolución

La absolución de Álvaro Uribe no solo tiene efectos jurídicos, sino también políticos. Como líder del Centro Democrático, su imagen había quedado marcada por las acusaciones y el prolongado proceso judicial. Ahora, con el respaldo de un fallo absolutorio, su posición dentro del espectro político podría fortalecerse de cara a las próximas contiendas electorales.

El magistrado Merchán subrayó en su decisión que “las sentencias deben sustentarse en pruebas verificables y no en conjeturas ni apreciaciones personales”. De esta forma, el Tribunal enfatizó la necesidad de preservar la imparcialidad judicial y garantizar que los procesos penales no se conviertan en escenarios de persecución política.

La defensa del exmandatario celebró la decisión como una reivindicación de la justicia, señalando que el proceso estuvo “cargado de prejuicios y contradicciones”. Por su parte, sectores críticos sostienen que el fallo deja interrogantes sobre la forma en que se investigan casos de alta sensibilidad política en Colombia.

Aun así, el pronunciamiento del Tribunal Superior de Bogotá representa un punto de inflexión en la historia judicial reciente del país. Más allá de las lecturas políticas, la decisión refuerza el principio constitucional de que ninguna condena puede sostenerse sin pruebas claras, coherentes y obtenidas con pleno respeto al debido proceso. La absolución de Álvaro Uribe Vélez no solo cierra un largo capítulo judicial, sino que también plantea un debate sobre la independencia de la justicia y los límites del poder en Colombia.

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