Un salto rutinario que terminó en caos

Lo que debía ser la tercera salida del día para un grupo de paracaidistas en Tully (Australia) se transformó en una escena de tensión extrema. Un deportista quedó colgado de la cola de un avión Cessna Caravan tras un despliegue inesperado de su paracaídas de reserva, un incidente que desató maniobras de emergencia y abrió un nuevo debate sobre la seguridad en este tipo de operaciones.

El momento del accidente

Según los reportes de la Oficina de Seguridad en el Transporte de Australia (ATSB), el grupo había alcanzado los 4.500 metros de altura cuando el piloto redujo la velocidad a 157 km/h y dio la señal del salto. El primer paracaidista se posicionó en la puerta y apoyó parte de su cuerpo en un ala, mientras que otro deportista se preparaba para filmar la salida desde la parte exterior de la aeronave.

Fue entonces cuando la situación se salió de control: la manija del paracaídas de reserva del primer saltador se enganchó en un alerón, lo que provocó su apertura inmediata. La fuerza del despliegue arrastró al paracaidista hacia la cola del avión, golpeando el estabilizador izquierdo y generando daños en la estructura, además de lesiones en sus piernas.

En la maniobra involuntaria también fue impactado el camarógrafo, quien cayó al vacío sin aviso previo, aunque logró continuar su descenso sin mayores complicaciones.

Tensión en cabina y maniobras críticas

El piloto empezó a sentir vibraciones inusuales y una preocupante pérdida de velocidad. Su primera impresión fue que el avión estaba entrando en pérdida, pero todo cambió cuando fue informado de que un paracaidista estaba colgando de la cola. La situación obligó a modificar la potencia del motor y a realizar maniobras para mantener el control de la aeronave.

Mientras tanto, trece paracaidistas completaron su salto y dos más se quedaron en la puerta analizando cómo ayudar. En tierra, el club organizador también reportó el daño estructural en la cola, lo que generó especial atención sobre la capacidad del avión para mantenerse nivelado.

La decisión que le salvó la vida

Atrapado y sin movilidad, el paracaidista tomó una determinación que resultó definitiva: usó un cuchillo de gancho, una herramienta que no era obligatoria pero que llevaba consigo, y cortó once líneas del paracaídas de reserva en menos de un minuto. Al liberar las cuerdas, logró desprenderse del avión y cayó en descenso controlado.

Aunque su paracaídas principal sufrió un enredo parcial, el deportista consiguió estabilizarse y aterrizar sin heridas graves.

Angus Mitchell, comisionado jefe de la ATSB, confirmó que “el avión tenía daño severo en la cola y un control muy limitado”, por lo que la actuación del piloto fue clave para evitar una tragedia mayor.

Aterrizaje de emergencia en Tully

Con todos los saltadores fuera, el piloto evaluó el estado del avión: el plano de cola estaba seriamente afectado, parte del paracaídas seguía enredado y el control de cabeceo era mínimo. Aun así, logró mantener un descenso gradual, ajustar los flaps y llevar la aeronave de vuelta al aeropuerto de Tully.

El aterrizaje se completó con éxito, sin víctimas graves y con la tripulación ilesa.

Revisión de protocolos y lecciones aprendidas

La ATSB emitió recomendaciones tras analizar el incidente: reforzar el control de arneses y asas, mejorar la comunicación entre piloto y paracaidistas y considerar como obligatoria la presencia de un cuchillo de gancho en cada salto.

El club organizador actualizó su lista de chequeo y adoptó esa herramienta como requisito. La experiencia ahora se comparte en programas de capacitación dentro y fuera de Australia, como ejemplo de respuesta efectiva ante un riesgo extremo.

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