La muerte de Jefferson Gutiérrez Noreña, un joven colombiano de 27 años oriundo de Santa Rosa de Cabal, ha causado conmoción y dolor en su comunidad. Viajó a Ucrania como voluntario extranjero en medio del conflicto armado con Rusia, motivado por la promesa de un salario que le permitiría cumplir el sueño de comprarle una casa a su padre. Sin embargo, ese objetivo se desvaneció tras su fallecimiento durante un bombardeo ruso. Hoy, su familia clama por la repatriación del cuerpo y exige respuestas del gobierno colombiano.
Un viaje con sueños truncados
Jefferson partió a Europa con la esperanza de cambiar su vida y la de los suyos. Según relataron sus familiares, la oferta de un ingreso mensual cercano a los 18 millones de pesos colombianos fue el principal incentivo para enlistarse como voluntario en las fuerzas ucranianas. Esa suma representaba una oportunidad única para salir adelante y apoyar económicamente a su familia.
Sin embargo, su destino cambió trágicamente cuando fue alcanzado por un ataque ruso. Su muerte ha puesto el foco en una situación que involucra a más jóvenes latinoamericanos: el reclutamiento informal de civiles para participar en una guerra ajena, sin garantías ni protección real por parte del ejército ucraniano.
Ezequiel Gutiérrez, padre del joven, expresó entre lágrimas que su hijo creyó estar haciendo lo correcto. “Pensaba que allá lo entrenarían y cuidarían. Pero lo enviaron al frente como carne de cañón, sin protección, sin apoyo, sin nada”, declaró, visiblemente afectado.
El cuerpo permanece en el campo de batalla
Lo más preocupante es que el cuerpo de Jefferson Gutiérrez aún no ha sido recogido del lugar donde murió. De acuerdo con información suministrada por otros soldados colombianos presentes en Ucrania, el cadáver permanece en el mismo sitio donde cayó tras el bombardeo. Esta situación no solo prolonga el duelo de su familia, sino que también refleja las difíciles condiciones que enfrentan los voluntarios extranjeros en ese país.
Su padre denunció que, a pesar de los múltiples intentos de contactar a autoridades colombianas y ucranianas, no han recibido una respuesta clara ni apoyo efectivo para iniciar el proceso de repatriación del cuerpo. “No pedimos nada más que traer a mi hijo a casa”, fue su súplica ante los medios.
La falta de una respuesta institucional agrava el sufrimiento de la familia y pone en evidencia una desconexión entre las autoridades diplomáticas y las necesidades urgentes de los ciudadanos colombianos en zonas de conflicto.
Una problemática creciente: el drama de los voluntarios extranjeros
El caso de Jefferson no es aislado. Cada vez son más los reportes sobre jóvenes latinoamericanos que, atraídos por supuestas oportunidades económicas, deciden sumarse a las filas del ejército ucraniano. No obstante, varios testimonios coinciden en que estos voluntarios son enviados al combate sin un entrenamiento previo adecuado, en condiciones extremas y sin canales efectivos de comunicación con sus familias.
Además, la información que reciben los allegados sobre el estado de los combatientes suele ser fragmentada, informal o tardía, como ocurrió con los Gutiérrez Noreña. La noticia del fallecimiento de Jefferson llegó por medio de conocidos que también estaban en la zona del conflicto, no por canales oficiales.
La incertidumbre, la desprotección y la exposición al peligro forman parte del panorama que enfrentan quienes, como Jefferson, decidieron buscar mejores horizontes en medio de la guerra. Su historia es un llamado de atención sobre los riesgos que implica este tipo de decisiones y sobre la necesidad de establecer mecanismos diplomáticos que garanticen la seguridad y los derechos de los colombianos en el exterior.