El debate sobre las vías de hecho en Colombia tomó un nuevo giro tras las declaraciones de la senadora Paloma Valencia, quien propuso restringir los recursos estatales a los resguardos indígenas que apoyen bloqueos de carreteras. Durante su intervención en el congreso de la Federación Colombiana de Transportadores de Carga (Colfecar), la congresista y precandidata presidencial sugirió que comunidades que participen en este tipo de acciones no deberían tener acceso a programas de alimentación, agua potable y transferencias estatales. Su planteamiento, dijo, busca ejercer presión sin necesidad de recurrir a la fuerza militar.

La senadora del Centro Democrático, reconocida por su postura crítica frente a las vías de hecho, sostuvo que “los bloqueos afectan la economía nacional, limitan la movilidad de millones de personas y ponen en riesgo la seguridad alimentaria”. Para Valencia, es indispensable replantear la relación entre el Estado y las comunidades que recurren a esta forma de protesta, proponiendo condicionar los beneficios estatales al respeto por la legalidad.

Un debate en torno al uso de recursos públicos

La propuesta de Paloma Valencia parte de una premisa clara: el Estado no debería financiar, directa o indirectamente, a comunidades que respalden bloqueos en las vías principales. Según la congresista, esto incluiría limitar el acceso a proyectos productivos y beneficios económicos que provienen de recursos públicos. A su juicio, mantener esos apoyos mientras se vulnera la movilidad del país sería un contrasentido en la política pública.

El planteamiento no es nuevo en la agenda política del Centro Democrático, pero adquiere mayor relevancia en el marco de su aspiración presidencial. La medida, sin embargo, genera preguntas sobre la viabilidad jurídica y los posibles efectos sociales. Expertos en derecho constitucional advierten que la suspensión de programas de alimentación y acceso a agua podría entrar en conflicto con derechos fundamentales protegidos en la Constitución.

Además, las comunidades indígenas han defendido históricamente los bloqueos como una forma de visibilizar sus demandas frente al Estado, especialmente en el Cauca y otras regiones del suroccidente. En este contexto, la propuesta de Valencia podría intensificar la confrontación entre las autoridades y los pueblos originarios.

Reacciones políticas y sociales

Las declaraciones de la senadora encontraron eco en sectores cercanos al expresidente Álvaro Uribe, quien ha insistido en que los bloqueos deben enfrentarse con medidas más estrictas para garantizar la libre circulación. Uribe ha señalado en varias ocasiones que los cierres de vías se convierten en un factor de desestabilización para la economía y la seguridad nacional, postura que coincide con la línea argumentativa de Valencia.

En contraste, organizaciones sociales y líderes indígenas calificaron la propuesta como una amenaza a los derechos fundamentales de las comunidades. Señalaron que condicionar el acceso a agua potable y alimentación representa un castigo colectivo que podría agravar la vulnerabilidad de miles de familias. Asimismo, recordaron que muchos de los reclamos que motivan los bloqueos están ligados al incumplimiento de acuerdos previos por parte del Gobierno.

El debate también ha generado cuestionamientos en sectores académicos, donde se advierte que la medida podría ser interpretada como un mecanismo de presión desproporcionado. Analistas consultados consideran que, aunque se busca evitar la confrontación militar, retirar apoyos esenciales puede derivar en crisis humanitarias difíciles de manejar.

¿Qué implicaciones tendría esta propuesta?

La iniciativa de Paloma Valencia plantea un dilema central: ¿hasta dónde puede llegar el Estado para frenar las vías de hecho sin vulnerar derechos fundamentales? En la práctica, limitar programas básicos como el acceso a agua, alimentación y transferencias monetarias significaría dejar sin respaldo a comunidades enteras, incluyendo a niños y adultos mayores que no necesariamente participan en bloqueos.

En términos políticos, la propuesta marca un punto de diferenciación en la campaña presidencial, al reforzar la imagen de Valencia como una dirigente de línea dura frente a la protesta social. No obstante, también abre un flanco de críticas que podrían ser capitalizadas por sus adversarios, quienes la acusarían de promover medidas que ponen en riesgo la dignidad de poblaciones históricamente marginadas.

El trasfondo de este debate refleja la tensión permanente entre la necesidad de garantizar el orden público y la obligación de proteger los derechos fundamentales. Mientras algunos sectores apoyan la idea de endurecer las condiciones para el acceso a recursos públicos, otros insisten en que el camino debe ser el diálogo y el cumplimiento de los compromisos pactados con las comunidades indígenas.

¿Podría esta medida convertirse en una política de Estado o quedará como una propuesta de campaña? Lo cierto es que el tema seguirá generando debate en la agenda nacional, pues toca fibras sensibles relacionadas con la legalidad, la equidad social y la gobernabilidad en territorios históricamente marcados por la protesta.

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