La reciente celebración de Mondiacult 2025 en Barcelona, una conferencia global organizada por la UNESCO que se celebra cada década para revisar y actualizar las políticas culturales a nivel mundial ha marcado un punto de inflexión en la forma en que los gobiernos y organismos internacionales conciben la cultura. El encuentro, que reunió a más de 150 delegaciones de todo el mundo, no solo reafirmó la importancia de los derechos culturales, sino que también los posicionó como motor de las políticas públicas y del desarrollo sostenible. La declaración final plantea un horizonte en el que la cultura deje de ser un elemento secundario para convertirse en eje transversal de las agendas nacionales e internacionales.

La UNESCO, en línea con lo discutido en la cumbre, declaró oficialmente que la cultura es un objetivo de desarrollo sostenible, una decisión histórica que redefine su papel dentro de los marcos globales de acción. Con este paso, se reconoce que el acceso, la protección y la promoción de la diversidad cultural no solo fortalecen la identidad de los pueblos, sino que también tienen un impacto directo en la reducción de desigualdades, la cohesión social y la construcción de paz.

Cultura y derechos en el centro del debate

Durante los tres días de Mondiacult 2025, ministros, expertos y representantes de organizaciones internacionales coincidieron en que garantizar los derechos culturales es esencial para consolidar democracias más inclusivas. Estos derechos, que abarcan desde el acceso a la educación artística hasta la preservación de la memoria histórica, se presentaron como pilares indispensables en la construcción de ciudadanía.

Uno de los mensajes más significativos de la cumbre fue la afirmación de que “un pueblo no puede ser libre sin cultura”, una frase que resume la visión compartida de que la cultura es la base de la libertad y la dignidad humana. Además, se destacó que la cultura es una herramienta de paz y resistencia frente a contextos de conflicto, como se analizó en este reportaje, donde se enfatizó que incluso la ausencia de algunos países no debilitó el compromiso global por fortalecer la cooperación cultural.

La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) destacó que este consenso no se limita a un gesto simbólico. De hecho, los representantes iberoamericanos firmaron una declaración conjunta en la que se comprometen a posicionar la cultura como motor del desarrollo sostenible, subrayan que, la inversión en proyectos culturales debe entenderse como una inversión estratégica, al mismo nivel que la salud, la educación o la infraestructura.

Entre los puntos clave de la declaración de Mondiacult 2025 se encuentran:

  • Reconocer la cultura como un bien público global y un derecho fundamental de todas las personas.
  • Asegurar financiación estable y sostenible para proyectos y políticas culturales.
  • Integrar la perspectiva cultural en las políticas de educación, medioambiente, justicia, economía y urbanismo.
  • Promover la protección del patrimonio material e inmaterial, así como de las lenguas y expresiones culturales en riesgo.
  • Fortalecer la cooperación internacional para garantizar la circulación justa y equitativa de bienes y servicios culturales.
  • Defender condiciones laborales dignas para artistas, creadores y trabajadores culturales.

Impacto en las políticas públicas

La declaración de Mondiacult 2025 plantea que la cultura debe integrarse de forma estructural en las políticas públicas, y no solo en los ministerios de cultura. Esto implica que áreas como economía, urbanismo, medioambiente y justicia deben incorporar la perspectiva cultural en sus planes de acción. Tal enfoque refuerza la idea de que las expresiones culturales no son un lujo, sino una herramienta que contribuye a la sostenibilidad, la innovación y el bienestar ciudadano.

Un ejemplo concreto presentado en la cumbre fue la incorporación de programas culturales en estrategias de mitigación del cambio climático. La relación entre la preservación de saberes ancestrales y las prácticas sostenibles demuestra cómo la cultura puede ofrecer soluciones innovadoras a problemas globales. Además, se abordó la necesidad de proteger a los trabajadores de la cultura, quienes a menudo enfrentan condiciones laborales precarias pese a su papel crucial en el tejido social.

¿Qué sigue para la cultura como derecho global?

La gran pregunta que deja Mondiacult 2025 es cómo se implementarán estos compromisos en la práctica. Si bien la declaración es ambiciosa, su éxito dependerá de la voluntad política de los gobiernos y del financiamiento que se destine a proyectos culturales. En este sentido, organismos multilaterales como la UNESCO y la OEI jugarán un papel clave en el seguimiento y evaluación de los avances.

La inclusión de la cultura como objetivo de desarrollo sostenible abre un camino inédito para que los países la prioricen en sus presupuestos y planes de acción. La cuestión ahora es: ¿estamos preparados para asumir que invertir en cultura es tan urgente como invertir en salud o educación?

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