El asesinato de Miguel Uribe reveló un entramado criminal mucho más complejo de lo que se pensaba. Detrás de la ejecución estuvo la organización “Plata o Plomo”, una estructura que durante meses planeó con precisión cada movimiento para acabar con la vida del líder político. La investigación de la Fiscalía muestra que no se trató de un hecho aislado, sino de una operación diseñada con recursos tecnológicos, coordinación internacional y el apoyo de figuras clave que hoy enfrentan a la justicia.

La captura de un séptimo implicado, conocido como alias ‘El Mosco’, cambió el rumbo del caso. Su teléfono móvil se convirtió en una caja negra que reveló la magnitud de la conspiración: videollamadas grupales, chats cifrados y seguimientos detallados a Uribe. Los investigadores aseguran que sin este hallazgo habría sido imposible descifrar cómo operaba la red criminal y quiénes estuvieron detrás del magnicidio que estremeció al país.

Alias ‘El Mosco’: la pieza clave que desarmó el plan

La Fiscalía General de la Nación confirmó que ‘El Mosco’ no era un actor secundario, sino un coordinador logístico que mantenía comunicación constante con los otros capturados. En su celular se encontraron registros de reuniones virtuales donde se definían rutas de escape, pagos por la ejecución del crimen y directrices para mantener el silencio frente a las autoridades.

Según los investigadores, el rol de este hombre fue conectar a los autores materiales con quienes dieron la orden. Su caída no solo permitió vincular a nuevos sospechosos, sino que abrió la puerta a entender la estructura financiera de “Plata o Plomo”, la cual se sostenía gracias a una mezcla de extorsiones, tráfico de estupefacientes y alianzas con otras bandas del crimen organizado.

Las pruebas periciales, junto con los testimonios de los primeros capturados, han mostrado que la organización mantenía una jerarquía definida. Mientras algunos ejecutaban labores de inteligencia en campo, otros se encargaban de las comunicaciones seguras, evitando dejar rastros en llamadas convencionales o redes sociales abiertas.

El rol de la tecnología en el magnicidio

Uno de los aspectos más impactantes del expediente judicial es la manera en que “Plata o Plomo” aprovechó la tecnología para organizar el crimen. Las autoridades hallaron múltiples chats encriptados donde se daban instrucciones sobre los movimientos de Miguel Uribe y sus actividades públicas. También quedaron al descubierto videollamadas grupales en las que se delineaba la estrategia final para atentar contra él.

Expertos en seguridad aseguran que el uso de aplicaciones de mensajería seguras demuestra un nivel de profesionalismo que supera al de bandas comunes. Esta sofisticación evidencia la existencia de un aparato criminal con conexiones internacionales, acostumbrado a manejar operaciones de alto riesgo sin ser detectado.

La Policía Judicial detalló que, además del seguimiento digital, hubo infiltrados en los círculos más cercanos de la víctima. Estos informantes reportaban en tiempo real sobre sus desplazamientos, lo que facilitó la ejecución del plan en un punto estratégico donde Uribe estaba más vulnerable.

¿Qué sigue en la investigación sobre “Plata o Plomo”?

El avance del proceso judicial ha dejado claro que este crimen no fue improvisado. La organización “Plata o Plomo” actuó como una red que combinó recursos económicos, inteligencia tecnológica y operadores en terreno. La gran incógnita ahora es quiénes fueron los autores intelectuales que ordenaron la ejecución y cuáles eran sus intereses políticos o económicos detrás del magnicidio.

La Fiscalía ha señalado que en los próximos meses se esperan nuevas capturas, pues los datos recuperados del teléfono de alias ‘El Mosco’ aún están siendo analizados. De ellos podrían surgir vínculos con políticos locales, empresarios y estructuras internacionales del narcotráfico.

Este caso se ha convertido en un punto de quiebre para la justicia colombiana. Más allá de identificar a los responsables materiales, la investigación busca desmantelar un aparato que representa una amenaza directa contra la democracia. La pregunta que queda abierta es inevitable: ¿logrará el Estado llegar a las cabezas de la organización o la verdad se perderá entre los silencios del crimen organizado?

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