Un fragmento de regurgitalita —vómito fosilizado— que llevaba años guardado sin mayor atención en el almacén de un museo local de Brasil terminó convirtiéndose en uno de los hallazgos paleontológicos más inesperados de los últimos años. El material, analizado por paleontólogos brasileños y descrito en un artículo publicado en la revista Nature, permitió identificar una especie de pterosaurio desconocida para la ciencia: Bakiribu waridza.
La muestra procede de la reconocida Formación Romualdo, ubicada en la Cuenca de Araripe, un importante sitio paleontológico del Cretácico Inferior. Los investigadores explicaron que inicialmente se fijaron en la pieza debido a la mezcla compactada de pequeños huesos fosilizados que contenía. Tras un análisis detallado, lograron identificar restos de peces y de dos pterosaurios jóvenes cuyos rasgos anatómicos no coincidían con ninguna especie conocida.
Según el artículo de Nature, los dos ejemplares pertenecen a un nuevo reptil volador cuya denominación —Bakiribu waridza— proviene del idioma indígena kariri y puede traducirse como “boca de peine”, aludiendo a su dieta filtradora. La especie poseía un hocico alargado y dientes finos que funcionaban como un tamiz para capturar crustáceos y pequeños organismos acuáticos, comportamiento similar al de otros integrantes del linaje Ctenochasmatidae, al cual es asignado.
Los autores del estudio señalan que Bakiribu waridza muestra rasgos intermedios entre especies más antiguas del grupo, como Ctenochasma, y formas más derivadas, como Pterodaustro, lo que sugiere que podría tratarse de un eslabón evolutivo relevante dentro del linaje.
Otro aspecto analizado por los paleontólogos fue el origen de la regurgitalita. Los patrones de desgaste en los huesos sugieren que ambos pterosaurios fueron devorados por un gran depredador, que posteriormente regurgitó la mezcla ósea probablemente debido a una sobrecarga esquelética imposible de digerir. La hipótesis más fuerte —según los investigadores citados por Nature— apunta a un espinosáurido, aunque el equipo aclara que no existe evidencia suficiente para confirmarlo con certeza.
Este hallazgo no solo aporta una nueva especie al registro fósil, sino que demuestra el valor de materiales que, durante años, pueden pasar inadvertidos en depósitos museísticos. Tal como destacan los científicos brasileños, el estudio abre nuevas preguntas sobre la dinámica depredador-presa en ecosistemas del Cretácico en Sudamérica.

