Por: ALEJANDRO MEDINA
La educación es el pilar fundamental de una sociedad debido al acceso de capacidades técnicas y científicas para promover el desarrollo de las naciones. Implica un proceso a ejecutar en todos los ciclos vitales, por ende, se convierte en inversiones personales, sociales y nacionales a largo plazo. De este modo, los indicadores educativos admiten el crecimiento económico por que implica profesionalización del saber para generar innovaciones organizacionales y sociales que dignifiquen el proyecto de país mejorando las condiciones de desigualdad.
Es cierto que el ingreso, la permanencia y el logro académico deviene de condiciones sociales y económicas que permiten acceso a información, movilidad, calidad en las capacidades básicas adquiridas en instituciones de educación primaria y secundaria, permitiendo las habilidades blandas, informativas, hábitos de estudio, análisis crítico, comprensión contextual, necesarias para avanzar de manera propicia por la academia
superior, no obstante se debe permitir otros indicadores en la discusión pedagógica universitaria. La exigencia hace parte de la disciplina que permiten desarrollar resultados de aprendizajes requeridos por cada profesión para un desempeño óptimo en el ámbito laboral, sin embargo, esta debe estimarse en doble vía: docente – estudiante, estudiante – docente para mantener niveles propicios de exigencia según las capacidades y experticias de los actores académicos en el aula, entonces el análisis de los y las docentes de su contexto académico y el aula de clase no solo requiere profesión y experiencia en el saber a dictar, sino conocer las condiciones sociales, económicas, familiares y emocionales que afectan en los procesos de pedagogía – aprendizaje de los futuros profesionales del país.
Además, es indiscutible en la actualidad académica las innovaciones y esfuerzos de Latinoamérica por generar estrategias como la gratuidad en programas de pregrado para obtener acceso, permanencia o tasas de graduación promoviendo de manera positiva las posibilidades de ingreso universitario logrando mitigar la brecha socioeconómica, pero aún no se mantienen tasas positivas de acceso, es decir cada vez menos jóvenes tienen interés en ingresar a la Universidad para obtener un título profesional. Colombia no es ajena a esta realidad, la Universidad Nacional una de las mejores universidades públicas del país obtuvo en el 2025, la cifra más baja de aspirantes que se presentaron a los exámenes de admisión; entre el 2016 y 2023 según el Ministerio de Educación los programas de pregrado en Colombia solo registraron un incremento del 2% y a nivel latinoamericano se mantiene tasas de deserción del 29% indica el Banco Mundial.
De este modo las exigencias pedagogías desarrolladas en la educación superior ameritan diálogo y análisis de la gestión emocional en los estudiantes y docentes universitarios, lo cual debe ir acompañado del conocimiento caracterizado de las condiciones sociales y educativas del estudiantado para comprender su disposición, capacidades, habilidades blandas y sus capitales sociales, económicos y simbólicos que atraviesan el querer conocer, para luego saber hacer en la innovación social organizacional y política de los países latinoamericanos. El aprendizaje no es lineal, es emocional e implica habilidades blandas y técnicas que deben ser construidas desde las escuelas básicas y secundarias posterior a la educación superior para seguir avanzando en el nivel pedagógico y disciplinar de las universidades, de este modo podremos tener más interés de estudiantes en la educación universitaria al saber que no solo van a adquirir conocimientos profesionales, sino habilidades para la vida socioemocional que impactara de manera positiva las comunidades y organizaciones donde ejerzan su rol profesional en bien del desarrollo latinoamericano.
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