Mientras el mundo debate entre combustibles fósiles, energías renovables y el futuro de la energía nuclear tradicional, un megaproyecto internacional avanza hacia lo que podría convertirse en la obra científica más importante de la historia: el primer reactor de fusión nuclear capaz de replicar en la Tierra la energía del Sol.
Ese proyecto es ITER, ubicado en Cadarache, al sur de Francia, y acaba de superar uno de los hitos más complejos desde su fundación: el ensamblaje final del corazón del reactor, donde se generará un plasma capaz de alcanzar 150 millones de grados Celsius, una temperatura mayor a la del centro del Sol y jamás controlada por la ingeniería humana a esta escala.
La estructura que desafía todos los límites conocidos
El avance consiste en la instalación de los gigantescos módulos del vacuum vessel, la cámara donde se formará y confinará el plasma. Esta estructura —fabricada como un rompecabezas de nueve piezas de acero de precisión milimétrica— supera las 400 toneladas, lo que la convierte en una de las construcciones científicas más pesadas del planeta.
El proceso está a cargo de Westinghouse Electric Company, con un contrato cercano a los 168 millones de dólares. Debido a que cualquier desalineación podría hacer inestable el plasma, el ensamblaje exige una combinación de robots avanzados, medición láser y monitoreo continuo.

¿Cómo funcionará este “Sol artificial”?
ITER no busca realizar fisión nuclear —como las centrales actuales— sino fusión, el proceso natural del Sol: unir núcleos de átomos ligeros, especialmente hidrógeno, para liberar cantidades colosales de energía.
Este procedimiento promete:
- cero emisiones de carbono,
- sin residuos radiactivos de larga duración,
- sin riesgo de accidentes como los de la fisión,
- y un suministro prácticamente ilimitado de combustible.
Para ello, el reactor utilizará imanes superconductores que generarán campos magnéticos extraordinariamente potentes, creando una “jaula” invisible donde el plasma quedará suspendido sin tocar las paredes físicas.

Una obra de ingeniería sin precedentes
Controlar un plasma a cientos de millones de grados requiere una infraestructura que roza lo imposible:
- Imanes superconductores del tamaño de edificios.
- Sensores térmicos y magnéticos que monitorizan el plasma en microsegundos.
- Sistemas de contención contra inestabilidades.
- Redes de emergencia capaces de detener la operación instantáneamente.
Todo esto debe funcionar de manera sincronizada, continua y sin margen de error.
Lo que está en juego: el futuro energético de la humanidad
Si ITER demuestra que la fusión es viable y sostenible a gran escala, abrirá el camino hacia reactores comerciales capaces de alimentar ciudades enteras con energía limpia, segura y abundante. Sería un cambio comparable al dominio del fuego por los primeros humanos o a la invención de la electricidad.
Por eso, aunque avanza lejos de los titulares cotidianos, ITER es considerado por la comunidad científica como la obra más ambiciosa que la humanidad haya intentado construir. Su éxito podría redefinir el mapa energético global durante los próximos siglos.

