Desde principios de 2025, al menos 27 regiones rusas han comenzado a ofrecer bonos económicos a adolescentes embarazadas, incluidos pagos a estudiantes universitarias y escolares. Las cifras van desde 20.000 a 150.000 rublos (entre US$230 y US$1.760), como parte de un intento por revitalizar la tasa de natalidad en un país que enfrenta una de sus peores crisis demográficas en décadas.

La lógica detrás de estas medidas, según las autoridades locales, es simple: “cuanto antes empiece una mujer a tener hijos, más probabilidades habrá de que tenga más”. Sin embargo, expertos en demografía y salud pública aseguran que este enfoque es ineficaz y peligroso. “No se trata de heroísmo, sino de tragedia”, declaró la diputada oficialista Ksenia Goryachova, en abierta crítica a estas políticas.

La reacción social y política

La medida ha generado controversia incluso dentro del oficialismo. Aunque el ministro de Trabajo, Anton Kotyakov, aseguró que el objetivo no es fomentar embarazos tempranos sino «apoyar a las madres jóvenes», desde el Kremlin han evitado respaldar formalmente estos incentivos. Las autoridades nacionales calificaron estas decisiones regionales como “arbitrarias” y afirmaron que no hay planes para implementar medidas similares a nivel federal.

El trasfondo de estas políticas está vinculado a los nuevos criterios de evaluación impuestos a los gobernadores por Vladimir Putin en 2024, entre los que figura la tasa global de fecundidad (TGF). Esto habría motivado a algunas regiones a tomar medidas extremas para mejorar sus indicadores demográficos.

Números que no mienten

Pese a los incentivos, el impacto ha sido mínimo. Según una investigación de la BBC en ruso, apenas 310 mujeres jóvenes han accedido a estos pagos desde inicios de año, y solo 66 eran estudiantes universitarias. La región de Kemerovo, una de las últimas en sumarse, registró 515 embarazos adolescentes en 2024, un aumento del 30% respecto al año anterior. Algunas de las embarazadas tenían menos de 15 años.

Estas cifras contrastan con el comportamiento general: en 2023, apenas 9.000 niñas entre 12 y 17 años dieron a luz en toda Rusia, y el 40% de los embarazos adolescentes terminaron en aborto, según Rosstat, la agencia oficial de estadísticas.

Los riesgos del embarazo precoz

Tanto expertos rusos como internacionales han coincidido en condenar estas políticas. “Intentar rejuvenecer la tasa de natalidad nunca ha funcionado y nunca funcionará” , afirmó el demógrafo independiente Alexei Raksha. Su visión es compartida por el profesor de la Universidad de Oxford John Ermish, quien advirtió que “en países como Reino Unido y EE.UU., se combate el embarazo adolescente por sus efectos negativos”.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las adolescentes embarazadas enfrentan mayores riesgos de salud, como eclampsia, infecciones graves, partos prematuros y bebés con bajo peso. En lugar de familias numerosas, como esperan las autoridades rusas, lo que genera esta práctica son complicaciones sociales y sanitarias.

Una historia de altibajos demográficos

Rusia ha experimentado altibajos en su tasa de natalidad desde el colapso soviético. En 1990 nacieron 2 millones de niños; en 1999, solo 1,2 millones. En 2014, con incentivos al nacimiento del segundo hijo, se logró un pico de 1,94 millones de nacimientos. Sin embargo, desde 2016, la natalidad volvió a caer, hasta llegar al mínimo de 1,2 millones en 2024.

Esta caída se debe, entre otros factores, a la crisis económica, la guerra en Ucrania y la emigración masiva. Las proyecciones de Rosstat estiman que, de seguir la tendencia, la población de Rusia podría caer a 138 millones para 2046, desde los 146 millones actuales.

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