Un descubrimiento arqueológico en el oeste de Túnez está reconfigurando la comprensión de la economía romana en el norte de África. En la región de Kasserine, cerca de la antigua ciudad de Cillium, investigadores de universidades de Italia, España y Túnez identificaron un complejo industrial dedicado a la producción de aceite de oliva de una magnitud solo superada por una instalación similar en la actual Libia.
El hallazgo se concentra en el yacimiento conocido como Henchir el Begar, donde salió a la luz un monumental sistema de producción compuesto por un gran torcularium con doce prensas de viga alineadas, diseñadas para garantizar un procesamiento continuo y a gran escala. A poca distancia, los arqueólogos localizaron un segundo sector con ocho prensas adicionales, lo que confirma que se trataba de una auténtica megafactoría orientada al abastecimiento de amplios circuitos comerciales.
La ubicación del complejo no fue fortuita. El entorno del macizo del Jebel Semmama ofrecía condiciones ideales para el cultivo intensivo del olivo: suelos fértiles, disponibilidad de agua y un clima favorable. En época romana, esta zona formaba parte de la provincia de África Proconsular, considerada uno de los principales graneros y centros productivos del Imperio.
Las evidencias indican que la producción de aceite no se limitaba al consumo local. Este producto era esencial en la vida romana, no solo como alimento, sino también para la iluminación, la higiene, la medicina y distintas actividades artesanales. Todo apunta a que el aceite elaborado en Henchir el Begar se integraba en las rutas comerciales del Mediterráneo, llegando a ciudades, puertos y enclaves militares alejados del interior tunecino.
Los estudios arqueológicos señalan que la instalación estuvo activa entre los siglos III y VI después de Cristo, manteniendo su funcionamiento a pesar de los cambios políticos que atravesó la región, desde el dominio romano hasta las etapas vándala y bizantina. Esta continuidad refleja la solidez económica del enclave y su importancia estratégica.
Además de las prensas de aceite, el uso de georradar permitió detectar caminos, viviendas y otras estructuras enterradas, lo que revela una organización rural compleja y dinámica. También se documentaron molinos de cereal, objetos metálicos y fragmentos arquitectónicos reutilizados, evidencias de una economía diversificada y de una comunidad establecida en torno a la actividad productiva.
El descubrimiento no solo aporta nuevos datos sobre la industria oleícola romana, sino que también refuerza la idea de que el norte de África fue un pilar fundamental en la prosperidad del Imperio. Henchir el Begar emerge ahora como una pieza clave para entender cómo el aceite de oliva se convirtió en uno de los motores económicos del mundo antiguo.

