El Parque Nacional de Doñana vuelve a situarse en el centro de la preocupación ambiental tras un hallazgo que ha dejado perplejos a los investigadores. Los restos de una cigüeña blanca aparecieron en la marisma acompañados de un inquietante descubrimiento: en su interior se encontraron cerca de 150 gomas plásticas que el ave había ingerido antes de morir. Del animal apenas quedaban el pico, algunas plumas y el cúmulo de residuos que acabaron integrándose en uno de los espacios naturales más valiosos de Europa.
Los biólogos de la Estación Biológica de Doñana confirmaron que la cigüeña confundió las gomas con alimento, probablemente gusanos, una confusión cada vez más frecuente en aves que se alimentan en vertederos a cielo abierto. Este comportamiento convierte a especies oportunistas como cigüeñas y gaviotas en transportadoras involuntarias de residuos, desplazando plásticos desde basureros humanos hasta lagunas, marismas y zonas protegidas.
El caso no es aislado. Investigaciones previas en humedales andaluces como la laguna de Fuente de Piedra, en Málaga, o las salinas de la Tapa, en Cádiz, han demostrado que cientos de kilos de plástico llegan cada año a estos ecosistemas a través de las aves. En algunos enclaves, las cigüeñas pueden depositar hasta 200 kilos anuales de residuos, mientras que las gaviotas superan incluso esa cifra. Estos datos se obtienen analizando las egagrópilas, los regurgitados que contienen restos de alimento mezclados con fragmentos de plástico.

La presencia de estos materiales va mucho más allá de un impacto visual. Los plásticos liberan miles de aditivos químicos que se acumulan en los organismos vivos y se incorporan a la cadena trófica. Los investigadores alertan de que estos compuestos pueden acabar llegando a los seres humanos, en un contexto en el que se estima que una persona ingiere semanalmente microplásticos equivalentes al peso de una tarjeta de crédito.
Además, los nidos de cigüeña se han convertido en un reflejo de esta contaminación. En algunos casos, las estructuras construidas por estas aves contienen hasta dos toneladas de residuos plásticos, desde bolsas y cuerdas hasta envoltorios, lo que evidencia la magnitud del problema y su normalización en el entorno natural.
La situación de Doñana ha encendido las alarmas internacionales. La Unesco ha advertido en varias ocasiones sobre el deterioro del parque y ha instado a España a reforzar su protección, llegando a plantear su inclusión en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro si no se adoptan medidas más eficaces.
Los estudios de seguimiento con GPS realizados por la Estación Biológica de Doñana han confirmado la conexión directa entre vertederos y espacios protegidos, mostrando cómo las aves dispersan materiales como polietileno, poliestireno o PVC a lo largo de sus desplazamientos. A escala global, más del 90% de las aves acuáticas presentan restos de plástico en su sistema digestivo, lo que sitúa el caso de la cigüeña de Doñana dentro de un fenómeno mucho más amplio.
Proyectos como IsoPlastic, centrados en las marismas del Odiel, buscan profundizar en el papel de las aves como vectores de dispersión de residuos a lo largo de rutas migratorias entre Europa y África. Para los científicos, estas especies actúan como un indicador claro de una gestión deficiente de los desechos. Como resume la investigadora Marta Sánchez, de la EBD-CSIC, el mensaje es contundente: las aves están mostrando que algo no se está haciendo bien.

