El reciente ataque al Batallón de Artillería de Campaña N.º 18 en Puerto Jordán, Arauquita (Arauca), ha dejado una marca profunda en la ya tensa relación entre el gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). La acción terrorista, que causó la muerte de dos soldados y dejó 24 heridos, ha generado uno de los pronunciamientos más fuertes por parte del presidente Gustavo Petro sobre el futuro del proceso de paz con esta guerrilla.

El Hospital Militar Central de Bogotá, que recibió a 18 de los soldados heridos, informó que tres de ellos tuvieron que ser sometidos a cirugías de emergencia. Otros 14 se encuentran bajo estricta observación en condiciones estables, mientras que un soldado más fue ingresado a cuidados críticos. Los ocho soldados que no fueron trasladados a la capital están siendo atendidos en hospitales locales de Arauca y Tame, de acuerdo con el comandante de las Fuerzas Militares, el almirante Francisco Hernando Cubides.

Un atentado que sacude los cimientos del diálogo

El ataque, que se atribuye al frente Domingo Laín Sáenz del ELN, se ejecutó mediante el lanzamiento de cilindros explosivos desde una volqueta que logró entrar a la base militar. El incidente ha provocado una ola de críticas hacia el proceso de paz, en especial por la naturaleza violenta del acto y su timing en medio de un cese al fuego previamente pactado.

El presidente Petro fue contundente al declarar que este ataque “prácticamente cierra el proceso de paz con sangre”. La declaración marca un antes y un después en los intentos de negociación con el ELN, que han estado marcados por fluctuaciones entre avances y retrocesos. El atentado no solo dejó pérdidas humanas, sino que ha generado un replanteamiento serio sobre la continuidad de los diálogos de paz, que se encuentran congelados desde hace siete meses.

A nivel nacional, el impacto del ataque ha sido profundo. Sectores de todo el país han cuestionado la verdadera voluntad de paz del ELN, considerando que esta guerrilla ha mantenido una postura dual, participando en diálogos mientras sigue perpetrando actos violentos. La situación en Arauca es solo una muestra más de la compleja realidad de la guerra interna que vive Colombia, particularmente en zonas rurales donde la presencia del Estado sigue siendo débil y la influencia de grupos armados continúa vigente.

Las tensiones en torno al proceso de paz

El proceso de paz con el ELN ha enfrentado múltiples obstáculos. En agosto de 2023, el ELN emitió un ultimátum exigiendo que el gobierno lo retirara de la lista de Grupos Armados Organizados (GAO), un pedido que no fue atendido por el Ejecutivo. A pesar de la suspensión del cese al fuego el 3 de agosto, el ELN había asegurado que no atacaría a la fuerza pública durante un plazo de 20 días, esperando que su demanda fuese cumplida. No obstante, al término de ese periodo, los ataques comenzaron nuevamente, siendo este último atentado uno de los más graves en los últimos meses.

Este episodio es solo el más reciente en una serie de atentados que han azotado la región de Arauca, una de las más afectadas por el conflicto armado en Colombia. Las dinámicas fronterizas con Venezuela y la presencia de otros actores armados en la zona agravan aún más la situación, dificultando la estabilización del territorio y la protección de la población civil.

Luis Fernando Trejos, un académico especializado en el conflicto colombiano, comentó que el ELN parece haber alcanzado su objetivo con este ataque: “lograr que el gobierno rompiera la negociación”. Según Trejos, la guerrilla cuenta ahora con 28 acuerdos firmados y la estructura de su convención nacional, lo que les permitiría esperar los resultados electorales de 2026 mientras continúan consolidando su presencia en Venezuela, donde gozan de un mayor margen de maniobra.

La captura de presuntos implicados y el futuro incierto

Tras el atentado, el Ejército informó que, gracias a la rápida reacción de las tropas, se logró la captura de dos individuos que presuntamente participaban en el ataque. Según el comunicado, estos sujetos se movilizaban en motocicletas junto a la volqueta que fue utilizada para lanzar los explosivos dentro de la base militar. Ambos se encuentran ahora bajo custodia de las autoridades competentes y enfrentan un proceso de judicialización.

Sin embargo, la captura de estos sospechosos no disipa las dudas sobre el futuro del proceso de paz con el ELN. La tensión entre las partes es palpable, y las críticas no cesan. ¿Se trata este atentado del fin definitivo de las negociaciones? Aunque el gobierno ha dejado la puerta entreabierta en el pasado, el panorama actual parece sombrío.

En este contexto, la pregunta que muchos se hacen es: ¿Qué ocurrirá ahora con las expectativas de paz en Colombia? El conflicto con el ELN, que se ha prolongado por más de medio siglo, sigue siendo un desafío monumental para el gobierno y para el pueblo colombiano. La respuesta, como tantas veces antes, parece estar en el tiempo y en la voluntad política de ambas partes para retomar el camino de la reconciliación.


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