Escribo esta columna desde el territorio, no desde una tarima ni desde un estudio de grabación; la escribo después de caminar barrios, conversar con líderes sociales y escuchar a comunidades que durante años fueron usadas como objeto electoral, hoy puedo decirlo sin rodeos como lo he repetido en varias ocasiones: la política cambió.
Por mucho tiempo nos quisieron vender que la política era imagen, discursos bien armados y protagonismo vacío, pero esa fórmula se agotó, la gente ya no cree en campañas ruidosas ni en sonrisas fabricadas; hoy el ciudadano observa detalladamente comparando la trayectoria valorando la palabra que se cumple, no la que se repite.
La política es cara a cara, es presencia real, menos discursos y más acción; es escuchar antes de hablar y volver después de prometer, la comunidad vulnerable no necesita salvadores, necesita líderes que entiendan la realidad y trabajen para transformarla, no para utilizarla.
En la calle se nota rápido quien aparece solo en campaña y quién ha estado siempre, cumpliendo la palabra y caminando con convicción, también está quién posa para la foto; un liderazgo verdadero no se construye con ruido, se sostiene con constancia, conocimiento social y compromiso.
Acompañar un proceso serio, con raíces territoriales y visión social, hoy no puede ser coincidencia, es una decisión, entender que el país necesita representación basada en experiencia, con empatía y carácter, líderes que no improvisen, que no prometan lo imposible y que respeten a la gente.
El próximo 8 de marzo no puede imponerse el espectáculo, debe imponerse la palabra respaldada por hechos; el trabajo silencioso que no siempre sale en titulares, pero que deja huella. Cuando la política camina desde la verdad, el ciudadano la siente y la respalda.
La política ya cambió, hoy manda la ciudadanía ya que un futuro real se construye con líderes de verdad, aquellos que no necesitan hacer bulla para demostrar de qué están hechos.

