Lo que para cualquier artista sería un motivo de orgullo —una nominación a los Grammy— se convirtió para el grupo KATSEYE en el detonante de una tormenta digital. Las seis integrantes, de entre 17 y 23 años, celebraban su llegada a categorías tan relevantes como Mejor Nuevo Artista y Mejor Interpretación de Dúo o Grupo Pop cuando comenzaron a recibir amenazas de muerte y mensajes de acoso en redes sociales. Un episodio que vuelve a poner en evidencia cómo la fama en la era digital puede transformarse en un campo de batalla.

Aunque el K-pop ha experimentado un crecimiento mundial sin precedentes, la hiperexposición de sus figuras también ha provocado la aparición de comunidades radicalizadas que convierten la competencia musical en conflicto personal. Para KATSEYE, lo que debía ser un triunfo histórico se vio empañado rápidamente por usuarios anónimos que utilizaron el odio como respuesta.

Odio desde el anonimato: la cara oculta del fandom

El caso de KATSEYE no es aislado. Expertos coinciden en que la arquitectura de las redes sociales facilita un entorno donde el hostigamiento se vuelve cotidiano. Miles de usuarios, amparados por el anonimato, se sienten con licencia para insultar, difamar o amenazar sin enfrentar consecuencias directas. Las plataformas permiten emitir juicios impulsivos, rápidos y muchas veces crueles, generando una cultura donde la agresión se normaliza.

El psicoanalista Jorge E. Catelli explica que este comportamiento no es nuevo, pero sí se ha amplificado: antes, las celebridades eran figuras distantes e inaccesibles; hoy, la interacción es inmediata y constante, lo cual acerca a los agresores y potencializa el impacto del ataque. Según Catelli, estos “haters” encuentran en las redes un espacio para ejercer violencia simbólica que produce efectos emocionales muy reales en sus víctimas.

A esto se suman la polarización y la necesidad de “tomar partido”. Los fans extremistas convierten las premiaciones, los rankings y cualquier logro en una batalla entre comunidades, donde ganar o perder se vive como una ofensa personal. En ese entorno, cualquier éxito puede desatar una avalancha de odio.

Celebridades bajo presión constante

Las integrantes de KATSEYE no son las únicas que han tenido que soportar este tipo de violencia digital. Figuras como Millie Bobby Brown han hablado abiertamente del impacto emocional que les provocó el escrutinio en redes, al punto de necesitar apoyo profesional para manejar la presión. Selena Gómez, una de las artistas más seguidas del mundo, ha cerrado sus redes en varias ocasiones para proteger su salud mental ante críticas relacionadas con su aspecto y su estado físico.

La obsesión con los famosos: un fenómeno psicológico

El acoso digital también se relaciona con lo que especialistas llaman “síndrome de adoración”, un patrón psicológico donde una persona desarrolla una fascinación extrema por la vida de una celebridad. Según el profesor Mark D. Griffiths, este comportamiento puede volverse adictivo y generar reacciones desproporcionadas, especialmente cuando la figura admirada experimenta un cambio, éxito o fracaso.

Investigaciones como la realizada por John Maltby respaldan esta idea, mostrando que la admiración excesiva puede transformarse en obsesión y, posteriormente, en agresión cuando las expectativas del fan no se cumplen. En la sociedad actual —donde las celebridades son vistas como modelos de riqueza, éxito y estatus— esta dinámica se intensifica.

El biólogo evolutivo Robin Dunbar añade que la fascinación por figuras influyentes es un comportamiento antiguo: en la prehistoria, los líderes o grandes cazadores eran objeto de respeto. Hoy, esas figuras se han trasladado a la cultura pop, y las celebridades cumplen ese mismo rol, concentrando atención, deseo de imitación y, en ocasiones, frustración de quienes no alcanzan ese ideal.

Un debate que urge retomar

El caso de KATSEYE es una señal de alerta. El acoso digital hacia las figuras públicas sigue creciendo y se vuelve cada vez más agresivo. Este fenómeno plantea preguntas urgentes sobre la responsabilidad de las plataformas, los límites de la competencia entre fandoms y la protección psicológica de artistas expuestos desde edades muy tempranas.

Mientras las nominaciones a los Grammy deberían haber marcado un momento histórico en la carrera del grupo, lo sucedido deja claro que la fama no sólo trae reconocimiento: también expone a las celebridades a un nivel de violencia digital que la industria aún no sabe controlar.

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