Mientras Estados Unidos retrocede en sus compromisos ambientales y Europa enfrenta dificultades para cumplir sus metas ecológicas, China emerge como la gran potencia de la tecnología verde, impulsando una transformación global. Su capacidad de producción masiva de paneles solares, turbinas eólicas y baterías ha generado un flujo de exportaciones sin precedentes hacia países emergentes. Según el Net Zero Policy Lab de la Universidad Johns Hopkins, desde 2011 las inversiones chinas en manufactura verde superan los 225.000 millones de dólares, principalmente en naciones del sur global. El resultado: economías como Brasil, India, Vietnam o Marruecos han acelerado su transición energética gracias a la tecnología asequible de Pekín.

En América Latina y Asia, el impacto es evidente. Brasil ha atraído a fabricantes como BYD y Great Wall Motors, mientras India cubre ya la mitad de su demanda eléctrica con energía renovable, cumpliendo anticipadamente sus objetivos climáticos. En África, Etiopía ha prohibido la importación de automóviles de gasolina, Nigeria construye su primera planta de paneles solares y Marruecos impulsa la creación de un polo de baterías. Estos avances demuestran que los países emergentes han dejado de ser simples receptores de ayuda internacional para convertirse en protagonistas del cambio climático, combinando desarrollo económico con sostenibilidad.

El factor clave de este cambio es el abaratamiento de la tecnología verde china, que permite a los países reducir la dependencia de combustibles fósiles e impulsar nuevas industrias locales. Para líderes como André Corrêa do Lago, presidente de la COP30 en Brasil, esta dinámica marca una nueva etapa: “Los países emergentes ya no esperan soluciones; las están mostrando”. Sin embargo, el dominio chino genera inquietud en Estados Unidos y Europa, que temen perder competitividad industrial frente a un modelo en el que Pekín combina diplomacia, inversión y tecnología para ganar influencia global.

En la cumbre climática de Belém, el viceprimer ministro Ding Xuexiang reafirmó el papel de su país como motor de la transición ecológica, instando a eliminar barreras comerciales y a equilibrar desarrollo y sostenibilidad. Con exportaciones récord de equipos verdes, China ha pasado de ser el mayor contaminante del mundo a liderar la economía de bajas emisiones, redefiniendo la política climática global. En un contexto donde Occidente duda y el sur global avanza, el futuro de la lucha contra el cambio climático parece tener un nuevo epicentro: Pekín.

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