Estos días he estado en silencio. No por falta de palabras, sino porque algo dentro de mí pedía pausa. No para huir, sino para mirar. Discernir sin juzgar. Como quien se sienta en la orilla de un río y deja que el agua le cuente lo que arrastra.

He comprendido que cada momento de caos, de incertidumbre o de aparente error no es una falla del sistema ni una culpa que cargar. Es parte del proceso. Es la forma en que la vida nos empuja hacia adentro, hacia ese lugar donde no hay máscaras ni excusas, solo nosotros frente a lo que somos.

Y lo que somos no siempre es cómodo de ver. A veces nos encontramos con partes densas, con decisiones que no entendemos, con emociones que nos avergüenzan. Pero ahí está el punto: observar sin castigo. Nombrar sin drama. Aceptar sin culpa. Porque la culpa, lo sé ahora, es una invención humana que nos separa de lo que podríamos integrar.

Observarnos es un acto de valentía. No esa valentía que se aplaude en público, sino la que se practica en la intimidad del alma. Es rendirse ante lo divino, no como sumisión, sino como reconocimiento de que hay algo más grande que nos habita. Algo que nos sostiene incluso cuando no entendemos nada.

He visto esto en mí, y también en quienes me rodean. En el ser que originó está reflexión, por ejemplo, con sus luces y sus sombras, con sus errores y sus aciertos. Como todos. Como tú. Como yo. Nadie nació sabiendo. Todos estamos en esta escuela, aprendiendo a ser mejores con lo que tenemos: el universo que nos habita.

No hay santos puros ni demonios absolutos. Somos mezcla. Somos unidad en polaridad. Y cuando logramos integrar esos dos polos, cuando dejamos de pelear con lo que somos, empezamos a comprender que todo —lo bueno, lo malo, lo incierto— es parte de lo mismo. Parte de Dios, del universo, de la energía, del todo en acción.

Esta columna no pretende enseñar nada. Solo compartir una vivencia. Una rendición. Una certeza que no vino de leer, sino de vivir. Y que quizás, en las próximas entregas, pueda desplegarse en partes: el valor del caos, la culpa como separación, la integración de la sombra, la rendición como camino, la escuela de la vida, la unidad como destino.

Por ahora, solo esto: discernir sin juzgar. Porque ahí empieza todo.CLAUDIA ESPERANZA CASTAÑO MONTOYALíderEmociónyEspíritu Mass Media es la expresión multimedia de la misión de conexión Emocional y Espiritual de la Fundación Ok Futuro

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