reencausar el conocimiento mao
Credit: Christian Orrego

El reciente atentado contra Miguel Uribe Turbay, nos confronta nuevamente con la cruda realidad de la violencia de nuestro país, este lamentable suceso, no solo atenta contra un ciudadano, sino que sacude los cimientos de nuestras ya frágiles democracia y  convivencia,  Miguel Uribe Turbay es otro hijo de esta tierra, quien además lleva en su historia personal un eco de dolor que muchos colombianos comparten, la pérdida de un ser querido, a manos de la barbarie, su madre, la periodista y abogada Diana Turbay, fue arrebatada de su lado por manos criminales, en una época oscura que, tristemente, hoy y gracias al actual gobierno se encuentra en auge.

La imagen de un Miguel de apenas cinco años, enfrentando la orfandad y el vacío dejado por la ausencia materna, golpea el alma, ¿Quién puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de un niño que pierde a su madre de manera tan cruel?, este recuerdo nos obliga a reflexionar sobre el valor incalculable de la vida, ese don supremo que no debería ser coartado por ideologías, rencillas u fanatismos políticos enfermizos y esquizofrénicos. 

En este país profundamente polarizado, donde las diferencias parecen insalvables y el diálogo es a menudo reemplazado por la confrontación, es imperativo recordar que, más allá de las posturas políticas, todos somos seres humanos, la libertad de opinión, es un pilar fundamental de cualquier democracia, y su ejercicio no debe ser motivo de persecución ni violencia, defender nuestras ideas, no puede, ni debe significar anular, silenciar o asesinar al otro.

Las palabras de la cita bíblica, resuena con una verdad inmutable, recordándonos que la vida es un atributo divino, y que nadie tiene la potestad de arrebatarla, en un contexto donde la intolerancia y el odio se han convertido en moneda corriente, es fundamental retomar el camino del respeto, la empatía, el dialogo y la construcción desde las divergencias.

El ataque a Miguel Uribe Turbay, debe ser un punto de inflexión, nuestro país, ya ha tenido muchos mártires ideológicos, este es un llamado urgente a deponer las armas de la confrontación verbal y física, la historia de dolor no puede seguir repitiéndose, debemos reconocer que la vida es un tesoro que debemos proteger, y que la diversidad de pensamiento enriquece, en lugar de dividir, solo así podremos construir una Colombia donde las diferencias políticas sean un motor de progreso y no un caldo de cultivo para la violencia, ¿Qué podemos hacer, cada uno de nosotros, para sanar las heridas de la polarización y construir una sociedad donde la vida sea verdaderamente sagrada para todos?.

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