Para el momento en que escribo esta columna la suerte del senador Uribe Turbay es una moneda al aire. A parte de lo lamentable del hecho puntual, es lo que se viene frente a esto. No hablo del alma sino del cuerpo cuando expreso lo siguiente. El atentado es el mayor aporte político que ha hecho hasta la fecha Miguel Uribe. No nos digamos mentiras, no es un ideólogo de la derecha, pocas veces se le ha visto una buena idea; al contrario, más de una vez sus aseveraciones han sido piso enjabonado para él y los que representa, como cuando era secretario de Gobierno de Bogotá y ante el homicidio de Gloria Elvira Cely dijo su oficina que de no haber salido en la noche con amigos no estuvieran lamentado su muerte. De hecho, en un juego truculento del destino, justo en el momento en que abogaba por el porte legal de armas se escucharon las detonaciones.
Tampoco cuenta con capital electoral importante, sin abolengo ni prensa difícilmente ganaría una elección de personero estudiantil. Incluso, en su propia bancada hay un sisma porque no representa totalmente el norte que quiere establecer el Centro Democrático y en cuestiones de representar el uribismo, la mayor coincidencia es la de compartir el apellido con el expresidente. En ese sentido, más que aportar a las huestes del partido de marras, podía usufructuar la representatividad conseguida en los últimos años.
Ahora, en términos políticos poco representa un peligro para otras candidaturas. No se vislumbra como la amenaza para las próximas elecciones, pero sí puede ser bastante valioso lo que ha ocurrido. Si hay algo a lo que se le saca jugo en víspera de elecciones es a los difuntos, sobre todo si terminan como mártires. Espero sinceramente que salga vivo de este horror, pero me reservo algunas dudas si sus copartidarios quieren lo mismo. Este suceso es una oportunidad preciosa para fortalecer la posición de la derecha y con un plus, con él por fuera del reparto.
A todas luces, achacar el hecho al gobierno o sectores afines es pueril, por no decir directamente que estúpido, pues a los únicos que les beneficia es a sus allegados. Como señalo en el título, no hay muerto malo, y aunque como menciono es tonto hacerlo como una deducción racional, es astuto fraguar una campaña a partir de esta idea, sobre todo porque se termina de reforzar la idea de que estamos igual que antes en materia de seguridad.
Olvidamos a César Gaviria con las banderas de Galán o al mencionado expresidente Uribe escalando en las encuestas después del carro bomba de su caravana en barranquilla. El mensaje será claro los próximos días: Colombia necesita más que nunca el retorno de la seguridad democrática, lo que está por esperarse es cuál será el primero que lo diga. Espero que Miguel Uribe no sea otro más que se suma a la lista de los que hacen política de cuerpo ausente y, sobre todo, que se esclarezcan con celeridad los hechos en que ocurrió su atentado.