Una imagen puede desatar una tormenta, y así ocurrió con una fotografía publicada por el exembajador Moisés Ninco Daza. En ella se observa a varios influencers afines al Gobierno Petro descendiendo de un avión de la Policía Nacional en Barranquilla, adonde llegaron para asistir a un evento liderado por el presidente Gustavo Petro. La imagen, que se difundió rápidamente en redes sociales, detonó un intenso debate político.
La controversia no tardó en llegar al Congreso. Desde la oposición, particularmente el partido Centro Democrático, se lanzaron acusaciones de uso indebido de recursos públicos para promover lo que denominaron “bodegueros digitales”. El representante Hernán Cadavid fue uno de los primeros en reaccionar, exigiendo explicaciones formales al Ministerio de Defensa. En palabras del congresista: “Solicitaremos nos informe por qué razón están transportando a estos bodegueros difamadores en aviones oficiales”.
El debate sobre los medios alternativos y el acceso a recursos estatales
La crítica no ha sido unánime. Desde sectores cercanos al oficialismo, como la representante María del Mar Pizarro del Pacto Histórico, se defendió el derecho de los medios alternativos a utilizar el mismo tipo de recursos que históricamente han empleado los grandes medios de comunicación. “¿Acaso los medios alternativos no se pueden transportar en el avión? Ah, pero la prensa tradicional sí no dice nada cuando sus periodistas igual viajan en los aviones de la Policía”, comentó Pizarro.
El hecho expuso una tensión persistente entre la prensa tradicional y las nuevas formas de comunicación digital. Para el Gobierno, el traslado de estos comunicadores forma parte de una estrategia para acercar la agenda presidencial a audiencias jóvenes que consumen información principalmente en redes sociales. La Casa de Nariño ha apostado con firmeza por reforzar su presencia en estas plataformas como parte de una política de comunicación alternativa y popular.
Más allá del vuelo: ¿se redefine el uso de los recursos públicos?
Uno de los protagonistas del episodio, el influencer conocido como Wally, defendió su participación argumentando que “viajamos como toda la vida han viajado medios y periodistas a cubrir los viajes o eventos de los presidentes”. Esta declaración buscó normalizar el uso de recursos estatales para la cobertura informativa, independientemente del canal utilizado.
No obstante, la discusión ha ido más allá del simple traslado en avión. Moisés Ninco Daza, quien difundió la polémica imagen, insistió en que el verdadero tema es cómo se están redistribuyendo los recursos del Estado. “Como le preocupa a las/os voceros del poder en los medios y el Congreso que los recursos de la pauta del Estado y su infraestructura ya no se dedique a las empresas donde trabajan, cuyos dueños son banqueros, sino a la comunicación alternativa y popular”, afirmó.
Este enfoque refleja un cambio en la forma en que el actual gobierno entiende la democratización del acceso a los medios. En lugar de privilegiar a los conglomerados de comunicación tradicionales, está optando por fortalecer una red de voceros ciudadanos que, aunque polémicos, logran generar cercanía con ciertos sectores de la población.
¿Está el Gobierno usando el Estado para promover su narrativa?
El caso plantea una interrogante de fondo que ya ha empezado a calar en la opinión pública: ¿puede un gobierno utilizar recursos públicos para promover su narrativa política a través de influencers y comunicadores no tradicionales? En contextos donde la confianza en los medios está en constante disputa, esta pregunta no es menor.
La práctica de usar aeronaves oficiales para el transporte de periodistas no es nueva en Colombia. Sin embargo, el debate actual se enfoca en los perfiles y objetivos de quienes ahora ocupan esos espacios. Lo que antes se veía como logística para el cubrimiento periodístico ahora se discute como estrategia comunicacional, y eso cambia completamente la percepción del uso de los recursos del Estado.
Con la oposición lista para presentar solicitudes formales y la ciudadanía polarizada entre el rechazo y el respaldo, este episodio marca un nuevo capítulo en la relación entre política, medios y redes sociales. La línea entre cobertura y propaganda, entre representación popular y militancia digital, se vuelve cada vez más delgada.