Gustavo Petro, presidente de Colombia, ha generado controversia al declarar que no reconoce los resultados de las elecciones en Ecuador, argumentando la falta de garantías por el estado de excepción decretado en varias provincias. Su silencio inicial, seguido por declaraciones contradictorias y la desautorización a su canciller, ha encendido el debate sobre el rumbo de la política exterior colombiana.
El mandatario colombiano ha sido uno de los pocos líderes en la región que ha evitado felicitar al reelegido Daniel Noboa, distanciándose de presidentes como Lula da Silva (Brasil) y Gabriel Boric (Chile), quienes saludaron el triunfo sin reservas. Esta postura crítica ha sorprendido incluso a sus aliados, considerando la importancia estratégica de las relaciones bilaterales con el vecino país.
Del silencio al rechazo: los mensajes que marcaron el giro de Petro
Durante casi 48 horas, Petro guardó silencio tras conocerse el resultado del balotaje en Ecuador. El martes, finalmente, publicó un mensaje en su cuenta de X donde expresó preocupaciones sobre supuestas irregularidades, sin acusar directamente de fraude ni felicitar al presidente electo. Horas más tarde, intensificó su posición: “No puedo reconocer las elecciones en el Ecuador”, escribió, citando un informe de la OEA sobre la militarización del proceso electoral.
Sus declaraciones contrastaron con el mensaje de Laura Sarabia, su canciller, quien había felicitado públicamente a Noboa el lunes en la noche. El giro de Petro desautoriza así a su propia diplomacia, generando confusión sobre la posición oficial de Colombia y exponiendo fisuras en el manejo internacional del Gobierno.
El presidente también pidió que se entregaran las actas de cada mesa “para ser verificadas”, aunque no especificó a qué entidad ni bajo qué mecanismo. Justificó su escepticismo comparando el caso ecuatoriano con las elecciones en Venezuela, otro escenario donde ha mostrado dudas sin pruebas contundentes.
Un argumento polémico: el estado de excepción y la presencia militar
La principal razón esgrimida por Gustavo Petro para no reconocer las elecciones en Ecuador fue la presencia de militares y el estado de excepción en siete provincias. Aseguró que “la dirección de las elecciones siempre estuvo bajo vigilancia militar directa y armada, con rostros en capucha”, algo que, según él, compromete la transparencia del proceso.
El mandatario también se refirió a la detención del líder indígena Leonidas Iza como una muestra del ambiente represivo. Sin embargo, esta detención ocurrió en 2022, no en el marco del proceso electoral reciente, lo que debilitó el argumento. Además, omitió mencionar que, pese a la militarización, la jornada electoral transcurrió sin mayores incidentes y que los observadores internacionales no denunciaron irregularidades estructurales.
En otro de sus mensajes, Petro solicitó el regreso de la embajadora colombiana en Ecuador para que rinda un informe sobre lo ocurrido, lo que aumenta la tensión diplomática y pone en suspenso los compromisos binacionales en curso.
Una relación estratégica bajo tensión: comercio, energía y seguridad en juego
Colombia y Ecuador comparten una extensa frontera terrestre, un flujo comercial activo y múltiples proyectos de integración energética y cooperación en seguridad. En los últimos meses, ambos gobiernos han trabajado en estrategias conjuntas para frenar el avance de bandas criminales transnacionales, y han coordinado esfuerzos para asegurar el abastecimiento energético en medio de crisis climáticas.
Por eso, el rechazo de Petro al resultado electoral en Ecuador podría tener repercusiones más allá del plano simbólico. Aunque no ha roto relaciones formales ni retirado su embajada, su postura erosiona la confianza mutua y siembra incertidumbre en acuerdos que requieren estabilidad y coordinación.
Este distanciamiento también reaviva las tensiones que surgieron en abril de 2023, cuando Petro criticó el asalto a la embajada de México en Quito para capturar al exvicepresidente Jorge Glas. En ese entonces, evitó medidas extremas, limitándose a suspender una cumbre bilateral. Ahora, con una narrativa más confrontativa, el tono ha escalado.
¿Petro se alinea con Correa o marca un nuevo rumbo regional?
La cercanía de Petro con el expresidente Rafael Correa, mentor político de la candidata derrotada Luisa González, es bien conocida. Ambos comparten una visión crítica del modelo neoliberal y han defendido una integración regional alternativa. Sin embargo, Petro no ha respaldado las denuncias de fraude de González, marcando una línea de separación que, aunque tenue, podría interpretarse como un intento de mantener cierta autonomía.
La postura del mandatario colombiano también contrasta con la de otros gobiernos de izquierda que, sin renunciar a sus principios, han optado por respetar los resultados institucionales. Este distanciamiento lo aísla dentro del bloque progresista regional y plantea dudas sobre su estrategia geopolítica en Sudamérica.
¿Busca Petro liderar una nueva narrativa crítica sobre las democracias bajo presión o simplemente responde a afinidades ideológicas sin un plan claro? Su forma de intervenir en el escenario internacional parece responder más a convicciones personales que a una política de Estado coherente.
¿Petro compromete la estabilidad diplomática con Ecuador por afinidades ideológicas?
La negativa de Gustavo Petro a reconocer a Daniel Noboa como presidente legítimo de Ecuador plantea un dilema para Colombia: ¿cómo sostener relaciones sólidas con un vecino estratégico si se cuestiona la legitimidad de su gobierno? La situación también plantea una interrogante sobre el futuro de la política exterior colombiana, cada vez más marcada por decisiones unilaterales que rompen con la tradición diplomática.
En un contexto regional complejo, donde las alianzas estratégicas son clave para enfrentar retos como el crimen organizado, el cambio climático y las crisis migratorias, ¿podrá Colombia mantener su liderazgo si su voz empieza a sonar en solitario?