El proceso de negociación para el aumento del salario mínimo en Colombia, correspondiente al año 2025, está a dos meses de iniciarse oficialmente. Sin embargo, desde ya, diversos especialistas en temas económicos han comenzado a ofrecer sus proyecciones y a plantear sus ideas sobre cuál sería el incremento más conveniente para la economía nacional. El debate es crucial, no solo por el impacto directo en los ingresos de millones de trabajadores colombianos, sino también por su repercusión en la estabilidad financiera del país.
Uno de los primeros en pronunciarse sobre este asunto fue José Ignacio López, presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif), quien sugirió que el alza debería situarse entre el 8% y el 10%. Según López, esta propuesta se basa en la proyección de que la inflación anual de 2024 estaría por debajo del 6%, lo cual ofrece un margen favorable para que el ajuste salarial no genere desequilibrios.
A este análisis se suman otras voces de peso en la discusión, como la de Óscar Cubillos, jefe de la Oficina de Planeación y Estudios Económicos de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán). A través de su columna «¿De cuánto sería el salario mínimo en 2025?» publicada en Contexto Ganadero, Cubillos argumentó que el escenario actual parece propicio para una negociación satisfactoria entre empleadores, trabajadores y el Gobierno. Uno de los factores que, según el experto, reduce la incertidumbre es el «mejor control inflacionario», señalando que los precios mundiales, que subieron abruptamente entre 2021 y 2023, ya han comenzado a estabilizarse.
Factores que influirán en la negociación: inflación y tasas de interés
El análisis de Cubillos pone énfasis en cómo las proyecciones inflacionarias jugarán un papel determinante en la mesa de negociaciones. Su estimación es que la inflación en Colombia para 2025 podría rondar el 5,5%, lo que ofrece un panorama menos adverso en comparación con años anteriores, cuando los incrementos en los precios globales afectaron seriamente la economía local. En este sentido, los sectores involucrados, como los sindicatos y los empresarios, podrán ajustar sus expectativas de manera más realista.
Además, otro punto clave señalado por Cubillos es el rol del Banco de la República y su política de tasa de interés. En la actualidad, la tasa de interés se sitúa en el 10,75%, y su reducción ha sido muy limitada. La timidez del Banco Central para bajar esta cifra puede influir directamente en la postura del Gobierno en la negociación salarial, ya que se espera que busque un mayor reajuste en el salario mínimo como forma de compensar las presiones inflacionarias y los altos costos del crédito.
¿Qué buscan los sindicatos y los empresarios?
En cuanto a las expectativas de los trabajadores, los sindicatos han comenzado a definir sus estrategias para la negociación. Actualmente, el salario mínimo mensual en Colombia es de $1.300.000, y aunque los sindicatos podrían inicialmente solicitar un aumento del 15,4% para alcanzar los $1.500.000, es probable que ajusten sus expectativas a un nivel más acorde con la realidad económica.
Cubillos sugiere que, tras considerar variables como la inflación y el crecimiento económico, los sindicatos podrían reducir sus aspiraciones a un incremento del 11,5%, lo que llevaría el salario mínimo para 2025 a $1.450.000. Esta postura más moderada buscaría alinear sus demandas con la capacidad real de negociación, evitando una confrontación innecesaria y facilitando un acuerdo más viable para todas las partes.
Por otro lado, los empresarios, aunque conscientes de la necesidad de un ajuste salarial que compense a los trabajadores por el aumento del costo de vida, suelen argumentar en favor de un incremento más moderado. La principal preocupación en este sector es que un aumento salarial excesivo podría presionar los costos de producción, afectando la competitividad de las empresas en un contexto en el que la recuperación económica aún es frágil.
La política y las decisiones pendientes
Un aspecto crucial en la discusión sobre el salario mínimo será la posición del Gobierno, que deberá balancear entre las demandas de los trabajadores y las preocupaciones del sector empresarial. En el pasado, hemos visto cómo los gobiernos han intervenido directamente en las negociaciones, estableciendo un aumento que intenta satisfacer a ambas partes, aunque no siempre con éxito.
El escenario actual, con una inflación relativamente controlada y una estabilidad macroeconómica en proceso de recuperación, ofrece un marco favorable para una negociación menos tensa que en años anteriores. Sin embargo, el reto para el Gobierno será encontrar un equilibrio entre el ajuste salarial y la necesidad de evitar que un aumento excesivo ponga en riesgo la generación de empleo, especialmente en los sectores más vulnerables de la economía.
¿Qué podemos esperar?
Las próximas semanas serán clave para definir el tono y las prioridades de cada parte en la negociación del salario mínimo para 2025. Si bien todavía es temprano para predecir con exactitud el porcentaje final del incremento, las proyecciones actuales sugieren un entorno más optimista. La pregunta central es si se logrará un acuerdo que equilibre los intereses de trabajadores y empresarios, manteniendo a la vez la estabilidad económica del país. ¿Podrá el Gobierno liderar una negociación que satisfaga a todos? Solo el tiempo lo dirá.